La Importancia de la Satisfacción

La Importancia de la Satisfacción

A menudo nos sentimos insatisfechos con la vida. ¿Cómo podemos aprender a estar contentos?

Los bebés que están conformes son geniales. Duermen con facilidad y parecen alegres de estar vivos. Pero un bebé contento no siempre permanecerá así. Vendrán nuevos anhelos —los cuales muchos quedarán insatisfechos.

Incluso para los seres más pequeños, el deseo de explorar el mundo se transforma rápidamente en un deseo de poseer al mundo. Entre más se cumplen nuestros deseos, más crecen. Si esto no se corrige, la consiguiente búsqueda por [obtener] más se convertirá en un viaje peligroso que puede hacer a una persona espantosa, fea e infeliz. Todos nos podemos relacionar con esto.

Y sin embargo, la Biblia a menudo habla de una satisfacción increíble. Por ejemplo, el Apóstol Pablo escribió una vez: “Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades.”1

La mayoría de nosotros no estamos satisfechos con circunstancias relativamente buenas, y mucho menos las circunstancias como las que menciona Pablo. ¿Cuál era la fuente de su satisfacción? Tal vez, si pudiéramos entender cómo Pablo podría estar satisfecho en su situación, entonces podríamos aprender a estar satisfechos en la nuestra.

Nuestros Deseos

El primer paso en la búsqueda de la satisfacción es comprender nuestros deseos y propósitos. Los cristianos creen que fuimos creados para Dios.

Algunas religiones, como el hinduismo y el budismo, sugieren que el deseo es la explicación de todo sufrimiento humano.2 Pero los cristianos creen que el problema se encuentra no en el mismo deseo, sino en el corazón humano. Nuestros corazones buscan el cumplimiento de nuestros deseos en todos los lugares equivocados.

El pastor puritano Jeremiah Burroughs lo dice de esta manera: “La razón por la cual no te sientes satisfecho en las cosas del mundo es porque no tienes suficiente de ellas. . . Sin embargo. . . [Es] debido a que no son cosas proporcionales a esa alma inmortal tuya que es capaz de mismo Dios.”3

En otras palabras, debido a que fuimos hechos para Dios, nada en este mundo nos satisfará permanentemente. Pero cuando conocemos a Dios, nada en este mundo puede llevarse nuestra satisfacción, ya que se fija en algo eterno e inamovible. C. S. Lewis hizo eco a esta idea cuando escribió, “Parece como si Nuestro Señor encuentra que nuestros deseos no son demasiado fuertes, sino demasiado débiles. Somos criaturas sin entusiasmo jugueteando con bebidas y sexo cuando se nos ofrece gozo eterno. . . . Somos muy fáciles de complacer.”4

Si fuimos hechos para Dios, ¿por qué buscamos la satisfacción en las cosas insatisfactorias?

Las Raíces Profundas de Nuestro Descontento5

Hoy en día estamos rodeados de mensajes de satisfacción. Escaparates, vallas publicitarias y anuncios que nos dicen que necesitamos cosas para ser felices. Revistas y programas de televisión nos dicen que nuestra apariencia nos define.

Pero estos mensajes sólo son mentiras sobre lo que necesitamos —y están basados en mentiras acerca de quiénes somos. Según la Biblia, la primera de estas mentiras se produjo en el jardín de Edén, el lugar preparado por Dios para los primeros seres humanos, Adán y Eva.

En un principio, la humanidad estaba muy contenta porque estaba en perfecta comunión con Dios. La historia de la creación de la humanidad se encuentra en los dos primeros capítulos de la Biblia; para el tercer capítulo, el descontento había entrado en el cuadro. Adán y Eva creyeron la mentira de que podían llegar a ser como Dios. “[Ellos] cambiaron la gloria del Dios inmortal.... Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a los seres creados antes que al Creador.”6

Este intercambio introdujo el pecado en el mundo y así comenzó la búsqueda constante de satisfacción de la humanidad en todo, excepto en Dios.

Consecuencias del Descontento

En realidad, el problema de Adán tuvo nada que ver con lo que en realidad le faltaba; se trataba más bien de lo que Adán percibía que le faltaba. En efecto, la naturaleza de nuestro problema como pecadores es que no percibimos correctamente nuestro problema.

Sin duda ese fue el caso con Adán y Eva: “A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón. Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios.”7

Lo que sigue es una historia de las trágicas consecuencias del descontento humano. Caín mató a Abel en un arrebato de celos.8 La población completa se reunió para buscar su propia gloria y “hacerse famosos.”9

De hecho, el retrato más largo de la Biblia que habla de descontento humano se encuentra en el contexto de la provisión más abundante de Dios. Dios liberó a los israelitas de la esclavitud, los guio a través del desierto10 y literalmente les dio pan del cielo11 y del agua de las rocas.12 Incluso, cada vez que el Señor demostró su presencia y su disposición, la gente pronto volvía a quejarse, incluso afirmando que preferían la esclavitud o la muerte a sus circunstancias.13

Por consiguiente, finalmente Dios le dijo a Moisés, “Pero juro por mí mismo, y por mi gloria que llena toda la tierra, que aunque vieron mi gloria y las maravillas que hice en Egipto y en el desierto, ninguno de los que me desobedecieron y me pusieron a prueba repetidas veces verá jamás la tierra que, bajo juramento, prometí dar a sus padres. ¡Ninguno de los que me despreciaron la verá jamás!”14

Sentirnos descontentos con nuestras circunstancias, es en última instancia, sentir descontento con Dios mismo, quien ordena nuestras vidas. Y al igual que los israelitas lo aprendieron, sentir un descontento constante puede tener consecuencias terribles.

La Cruz y el Precio de la Satisfacción

Pero, ¿cómo podemos escapar del ciclo de descontento? El cristianismo nos ofrece a todos —personas descontentas en un mundo insatisfactorio— las buenas noticias del Evangelio. Los cristianos creen que Jesús vino a la tierra y murió en la cruz por nosotros. Con este acto, Jesús tomó nuestros pecados para que pudiéramos ser perdonados.

Pero Jesús nos ofrece más que sólo el perdón; también nos ofrece satisfacción profunda y duradera mediante el don de sí mismo. Jesús dijo, “—Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed.”15

El libro de Hebreos expone la idea de este tipo de disposición eterna, diciéndonos, “Siéntete contento con lo que tienes, porque él ha dicho, ‘Nunca te dejaré; jamás te abandonaré.’”16 La presencia de la promesa de Dios significa que nunca estaremos solos. Significa que no necesitamos cosas, circunstancias buenas o nada más, para ser felices. Cuando tenemos a Dios, tenemos todo lo que necesitamos.

La satisfacción bíblica no es sólo cuestión de estar satisfechos con lo que tenemos. La satisfacción bíblica es estar contentos con lo que no tenemos —y saber que aún podemos sentirnos contentos si lo perdemos todo, menos a Cristo.

Para los cristianos, la promesa de Dios es la garantía de una relación personal con Dios a través de Jesucristo. Esto es lo que la cruz hace posible. Aquellos que se acercan a él conocerán la satisfacción duradera.

Esperando con Descontento Santo

Y sin embargo, hay una sensación buena y piadosa por la cual deberíamos sentir descontento. C. H. Spurgeon dijo, “El cristiano es el hombre más feliz del mundo, pero es el menos satisfecho con el mundo. Es como un viajero en una posada; se siente perfectamente satisfecho con la posada y su alojamiento, considerándolo como una posada, pero poniéndola fuera de toda consideración de la idea de hacerla su casa.”17

Esto es lo que enseña la Biblia. Deberíamos estar en [el mundo] pero no [ser] del mundo. Nuestro enfoque eterno y satisfacción final deben encontrarse fuera de este mundo.18 Nuestro mundo es un lugar doloroso y roto —nunca seremos capaces de encontrar satisfacción duradera aquí.

“Entonces,” el apóstol Pablo escribió, “Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.”19

C. S. Lewis insinuó esta idea cuando famosamente sugirió, “Si encontramos en nosotros un deseo que nada en este mundo puede satisfacer, lo más probable es que fuimos hechos para otro mundo.”20

¿A qué tipo de “otro mundo” se refería Lewis? El nuevo mundo descrito para nosotros en el libro del Apocalipsis:

“Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva,”. . . Oí una potente voz que provenía del trono y decía: “¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.” El que estaba sentado en el trono dijo: “¡Yo hago nuevas todas las cosas!”21

Mientras tanto, cada dificultad en esta vida es una preparación para ese lugar. Como dijo Pablo, “Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.”22

¿Recuerdas la audaz declaración de Pablo de la alegría en medio de las fuertes dificultades? Su pensamiento completo es aún más profundo. Se sentía más que alegre en sus circunstancias difíciles —estaba contento por ellas. Escribió: “Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.”23

Pablo encontró fuerza y verdad en lo que Dios le dijo: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.”24

Lo mismo es cierto para cada cristiano. Para aquellos que pertenecen a Cristo, incluso nuestros momentos más difíciles son una oportunidad para encontrar satisfacción en la gracia de Dios mientras esperamos la gloria eterna.

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  1. La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) © 1999, 2 Corintios 12:10.
  2. James W. Sire, The Universe Next Door: A Basic Worldview Catalog, 5a ed.(Downers Grove, IL: Intervarsity Press, 2009), 163.
  3. Jeremiah Burroughs, The Rare Jewel of Christian Contentment (Wilmington: Sovereign Grace Publishers, 2001), 35.
  4. C. S. Lewis, The Weight of Glory (Nueva York: Harper One, 2009), 26.
  5. Varias líneas en este artículo se extraen de material coescrito con Ryan Kelly para la promoción de Clarus 2014, una conferencia dedicada al tema “Wrestling with Contentment.”
  6. La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) © 1999, Romanos 1:23, 25.
  7. Ibid., Romans 1:21–22.
  8. See La Santa Biblia, Génesis 4:1–12.
  9. La Santa Biblia, Génesis 11:4.
  10. Véase La Santa Biblia, Éxodo 13:21–22.
  11. Ibid., Éxodo 16.
  12. Ibid., Éxodo 17:6.
  13. Ibid., Éxodo 15–17; Salmos 78, 95.
  14. La Santa Biblia, Numeros 14:21–23.
  15. Ibid., Juan 6:35.
  16. Ibid., Hebreos 13:5.
  17. C. H. Spurgeon, “The Glorious Hereafter and Ourselves,” sermon no. 912, 23 de enero de 1870.
  18. La Santa Biblia, Romanos 12:2.
  19. Ibid., 2 Corintios 4:18.
  20. C. S. Lewis, “Mero Cristianismo” (Nueva York: Harper San Francisco, 2009), 26.
  21. La Santa Biblia, Apocalipsis 21:1, 3–5.
  22. Ibid., 2 Corintios 4:17.
  23. La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) © 1999, 2 Corintios 12:9–10.
  24. Ibid., 2 Corintios 12:9.
  25. Crédito de Foto: HOWL / Stocksy.com.