Una Mirada más Profunda a: ¿Qué dice la Biblia acerca del Dinero?

Una Mirada más Profunda a: ¿Qué dice la Biblia acerca del Dinero?

La Biblia está llena de consejos. Pero, ¿qué dice acerca de cómo debemos manejar nuestro dinero?

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¿Qué es aquello que habla, que quema un hoyo en tu bolsillo, que no se da en los árboles, y que no puede comprar el amor? Correcto: el dinero. Aunque por lo general se considera un tema tabú —en el mismo rango que la política y la religión— aun así, el dinero es una gran parte de nuestras vidas.

El dinero es simplemente un medio de intercambio reconocido por una sociedad como pago por bienes y servicios. La mayoría del dinero no tiene valor intrínseco; sólo es bueno para lo que te compra. Para la mayoría de la gente, el dinero es simplemente necesario para vivir. Pero para muchos de nosotros, las finanzas pueden convertirse en mucho más que eso, incluso para colorear nuestra percepción del mundo entero. Parece que el dinero es un problema, ya sea que tengas muy poco o demasiado (aunque muchos de ustedes pueden pensar que esto último es imposible).

¿Y tú? ¿Qué haces con tu dinero? ¿Qué hace tu dinero contigo? ¿Dónde buscas sabiduría o consejos sobre cómo manejar el dinero?

Para los cristianos, la Biblia es una guía autorizada para [llevar] una vida justa. Los cristianos creen que la Biblia nos enseña a vivir de una manera que agrada a Dios, bendice a otros y trae alegría y paz duradera.1 Y resulta que la Biblia tiene mucho que decir acerca de dinero.

En resumen, la Biblia enseña que el dinero es un buen regalo de Dios, pero también es una gran tentación y puede ser un amo terrible.2

Trabajando por Provisión: Parte de un Plan Perfecto

Empecemos con una mirada a los inicios de la historia bíblica, cuando, según el libro del Génesis, Dios formó el mundo y vio que era bueno.3

Tras la creación de Adán y Eva, “[Dios] los bendijo con estas palabras: ‘Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla.’”4 Los puso en un jardín lleno de árboles que dieron frutos hermosos y nutritivos para ellos. Le dio el jardín al hombre “para que lo cultivara y lo cuidara”5 Este era su propósito —cultivar la tierra, tener “dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo.”6 Han existido en relación con la tierra, uno con el otro y con Dios.7 Todo estaba bien.

Pero, después, las cosas se tornaron hacia lo peor —por decir lo menos. Adán y Eva desobedecieron a Dios, y a causa de esta decisión el pecado y la muerte entraron en el mundo. Dentro de la teología cristiana, esto se conoce como la caída del hombre. Las consecuencias fueron graves: Dios le dijo a Adán, “¡Maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos comerás de ella todos los días de tu vida. La tierra te producirá cardos y espinas, y comerás hierbas silvestres. Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra.”8

Date cuenta que la creación misma sigue siendo buena, aunque “sometida a la frustración” como resultado de las acciones de Adán y Eva.9 Aun así, Adán fue llamado a hacer su vida de la tierra; simplemente, la tarea se convirtió mucho más difícil. Debido a que no había dinero en el jardín del Edén, la humanidad tenía que trabajar —hacer una labor, si gustas, y en cambio, Dios proveyó para las necesidades de Adán y Eva.

Vamos a ser claros: el trabajo es complicado por la caída, pero no es un resultado de la caída.10 Es decir, el trabajo en sí mismo es y siempre ha sido parte de un buen diseño de Dios para la humanidad. La Biblia nos instruye a trabajar con el propósito de proveer para nuestras necesidades materiales y las de otros: “El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados.”11 Por supuesto, ¡estas instrucciones no sólo se aplican a los ladrones! Como Pablo lo escribe en otra parte [de la Biblia], “El que no quiera trabajar, que tampoco coma.”12

Trabajar para obtener provisión siempre fue parte del panorama completo. Como tal, aquellos que lo logran deben trabajar para proveer para nuestras necesidades y las de otros —e inclusive algunos deseos. (Para ser claros, esto no quiere decir que cada cristiano físicamente capaz debe ganar un salario. Hay una gran cantidad de trabajo importante que se puede hacer que no se convierta en un beneficio, como el cuidado de los hijos).

El Dinero es un Buen Regalo

Para muchas personas en muchas culturas, el paso intermedio aquí es el dinero. El dinero es lo que ganas por trabajar y el dinero es lo que usas para obtener provisiones. El dinero es con lo que mantienes tu propia vida y las vidas de aquellos por los cuales eres responsable.

En otras palabras, el dinero es un buen regalo de Dios porque es tanto una recompensa por el trabajo que él mismo ordena que hagamos tanto como los medios para sostener la vida que él nos ha dado. Como resultado, la Biblia retrata a menudo la riqueza como el resultado del trabajo arduo, honestidad y sabiduría. Sólo echa un vistazo a estos extractos del libro de Proverbios: “Las manos ociosas conducen a la pobreza; las manos hábiles atraen riquezas.”13 “El dinero mal habido pronto se acaba; quien ahorra, poco a poco se enriquece.”14 “El perezoso no atrapa presa, pero el diligente ya posee una gran riqueza.”15

Entonces, como puedes ver, la prosperidad material no es condenada de manera singular en las Escrituras. Nada en la Biblia dice que una persona no puede ser rico y aún amar a Dios. De hecho, un gran número de personas piadosas en la Biblia eran ricos, incluyendo a Abraham, Job, Salomón y José de Arimatea.16 De hecho, dentro del pacto que Dios hizo con Israel en el Monte Sinaí, prometió al pueblo que si obedecían a su ley, les bendeciría con hijos y ganado y cultivo.17 Como resultó, Israel desobedeció y en su lugar recibió las consecuencias para ello. Sin embargo, debemos destacar la importancia de la promesa de prosperidad de Dios a su pueblo si eran fieles a él.

Sé lo que probablemente estás preguntándote. ¿Significa esto que Dios promete a los creyentes de hoy riqueza y prosperidad si confían en él y le obedecen? La respuesta corta es no. En primer lugar, el pacto de Dios con Israel era un arreglo especial —preparó el camino y se cumplió por la venida de Cristo.18 En aquel entonces, el pueblo de Dios era una nación geopolítica. Ellos estaban en pie o caían como nación. Su prosperidad prometida era la de servir como una fotografía del reglamento de Dios y del reglamento humano en sincronía perfecta. Ahora, sin embargo, el pueblo de Dios está disperso por todas las naciones, y caminan los pasos establecidos por Cristo: primero sufrimiento, después, gloria.19 Mientras que Dios promete satisfacer las necesidades de los creyentes, nunca se les garantiza la prosperidad material.20

Es importante reconocer que ni siquiera el dinero que ganamos es un regalo. Ten en cuenta la advertencia de Dios a los israelitas cuando estaban a punto de entrar en la tierra prometida de Canaán: “No se te ocurra pensar: ‘Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos.’ Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza; así ha confirmado hoy el pacto que bajo juramento hizo con tus antepasados.”21

Seguro, en el sentido terrenal has ganado tu pago —pero Dios te dio la capacidad para hacer tu trabajo. Sí, tú compraste la casa con el dinero que ahorraste e invertiste— pero Dios te otorgó una mente suficientemente afilada como para comprender la importancia de la planificación y la administración de tus finanzas con prudencia. Tú das de comer a tu familia — ¿pero quién creó las plantas y los animales con los que vives?

Tal vez puedes objetar este concepto. Eso es ciertamente comprensible; nos quita mucho crédito, y nos encanta obtener crédito por nuestros logros. Pero las Escrituras nos recuerdan que es cierto —y así debemos ser humildes: “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado?”22

Nosotros trabajamos; Dios provee.

El Dinero es una Gran Tentación

Aunque el dinero es ante todo un buen regalo de Dios, la Biblia enseña que también puede ser una grave tentación. ¿Por qué? Porque promete darnos todo lo que deseamos. ¿Quieres comodidad? ¿Seguridad? ¿Diversión? ¿Cumplimiento? ¿Poder? ¿Sexo? El dinero parece ser la llave universal que abre todas las puertas de la felicidad. Pero esto es una mentira.

La Biblia constantemente desenmascara las falsas promesas del dinero. El dinero promete seguridad, pero no puede protegerte contra el juicio de Dios.23 El dinero promete felicidad duradera, pero puede desaparecer durante la noche —y de todos modos, tampoco puedes llevártelo contigo cuando mueras."24 El dinero te promete libertad y tranquilidad, pero trae ansiedad y preocupación: Cuanto más tienes, más tienes que perder.25

Por supuesto, en última instancia el dinero en sí no es el problema; nosotros lo somos. El problema viene con los antojos pecaminosos en nuestros corazones por el dinero a expensas de la moralidad, ética y justicia. Por esta razón, la Biblia está llena hasta el borde con afiladas advertencias contra la avaricia —deseo por lo ajeno— y la codicia. Estas advertencias comienzan tan temprano como con los Diez Mandamientos —que también ilustra su importancia: “No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca.”26 Si no se frena, la codicia puede parir la deshonestidad, el robo y otros pecados.

La codicia es simplemente un deseo insaciable y egoísta por más de algo —la mayoría de las veces, por dinero y posesiones. Las Escrituras no sólo condenan la codicia,27 también proclama su futilidad: “Quien ama el dinero, de dinero no se sacia. Quien ama las riquezas nunca tiene suficiente.”28 Este versículo nos recuerda la famosa respuesta del empresario y filántropo John D. Rockefeller cuando se le preguntó cuánto dinero es suficiente: “Sólo un poquito más.”29

Aunque parece gracioso, el punto es que si amas el dinero nunca podrás tener suficiente de él. Siempre hay más para conseguir allá afuera. Siempre hay otro cero para añadir a tu salario; siempre hay otra oportunidad de inversión demasiado buena para dejarla pasar; siempre habrá una versión más nueva, más reciente y más grande de casi todo lo que ya posees.

Pero el Apóstol Pablo emite una advertencia aleccionadora ante el peligro de que el deseo de las riquezas supere nuestra satisfacción en la vida:

Es cierto que con la verdadera religión se obtienen grandes ganancias, pero sólo si uno está satisfecho con lo que tiene. Porque nada trajimos a este mundo, y nada podemos llevarnos. Así que, si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso. Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores.”30

El deseo de ser rico puede ser una verdadera trampa. La idea de ser rico parece tan atractiva. El dinero parece ofrecer tal libertad y satisfacción, tal comodidad y seguridad. Pero a veces, a todo lo que conduce es a miseria y ruina. ¿Por qué? Porque —como con muchas cosas en la vida— a medida que crece el amor, deseo y la búsqueda por el dinero, también crece la voluntad de hacer lo que sea necesario para conseguirlo.

Por esta razón Pablo dice que el amor al dinero es la raíz de todos los males. Una vez más, no es dinero en sí el problema —como ya hemos visto, el dinero es un buen regalo de Dios. Es el amor por el dinero lo que es un problema aquí. La búsqueda ansiosa de dinero puede llevar a alguien por un camino destructivo. Si invertimos nuestros corazones en recompensas terrenales sobre las eternas, nos habremos desviado mucho el camino de la rectitud.

El Dinero es un Amo Terrible

De hecho, el dinero puede provocar tal deseo de consumir todo en nosotros, que Jesús lo describe como un aspirante a maestro de nuestras vidas: “Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.”31

Parece un poco exagerado, ¿no? ¿Realmente puede gobernarnos el dinero? Y quién ha hablado de servir al dinero — ¿qué significa eso?

Bueno, considera lo que Jesús dice unos pocos versículos antes: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.”32 Este concepto es clave. El dinero puede controlarnos al gobernar sobre nuestros corazones y dominar nuestros deseos. Invertimos en lo que amamos y amamos en lo que invertimos. Cuanto más te esfuerces para poseer dinero, más te poseerá el dinero.

El Apóstol Pablo hace un punto similar cuando escribe, “Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría.”33 La idolatría es la adoración de dioses falsos. ¿Cómo, entonces, la codicia es igual a la idolatría? Porque implica dirigir la devoción total destinada sólo para Dios hacia algo que no es Dios. Cuando codicias dinero o bienes, no puedes sentirte satisfecho sin ellos. Efectivamente estás diciendo que Dios mismo no es tan satisfactorio como lo que tú quieres —y obtener eso es más importante que obedecer o buscar a Dios.

Así es cómo el dinero nos puede gobernar. Pero el dinero, con sus promesas vacías, es un amo terrible. Si buscamos satisfacción en el dinero, nunca la encontraremos.34

¿Cómo debemos manejar el Dinero?

Por lo tanto la Biblia enseña que el dinero es un buen regalo, una gran tentación y un amo terrible. Entonces, ¿cómo debemos manejar nuestro dinero y posesiones? Bien, hay más qué decir sobre las prácticas enseñanzas de la Biblia acerca del dinero, que espacio para decirlas, pero estos cinco puntos a continuación son un comienzo.35

1. Reconocer que todo lo que tienes —en última instancia— le pertenece a Dios.

Dios es dueño de todo —todo el dinero, toda la tierra, todo.36 Esto significa que cualquier cosa que tengas ha sido confiada a ti por Dios. Nada de esto es tuyo para mantenerlo permanentemente. Pero debes usarlo sabiamente mientras lo tienes.

Para transmitir esta realidad, la Biblia a menudo usa el concepto de un mayordomo. Un mayordomo —quien es responsable por el dinero o la propiedad— está simultáneamente en la autoridad y bajo la autoridad. Aunque está a cargo del dinero, las posesiones o las tareas que el maestro les ha confiado, un mayordomo está en última instancia bajo la autoridad del amo.

Este concepto es tan crucial dentro del cristianismo que incluso Jesús lo utiliza como una metáfora para todo el discipulado cristiano. Compara a Dios con un amo que confía diversas sumas de dinero a sus siervos, se va por un tiempo y espera que éstos sean prudentes con sus responsabilidades hasta que él regrese —en este caso, para invertir el dinero y obtener ganancias.37 El punto de Jesús aquí es mucho más amplio que simplemente lo que deberíamos hacer con nuestras finanzas, pero sin duda es uno de los aspectos del mensaje.

La Biblia nos enseña que no eres un dueño sino un mayordomo. Por lo tanto no te aferres a nada. Por supuesto, esto mina la actitud materialista prevalente en la cultura de muchas sociedades hoy. Pero lo que importa a Dios no es cuánto tienes, sino lo que haces con lo que tienes —y es lo que haces con lo que tienes lo que tendrá consecuencias eternas.

2. Sé agradecido por todo lo que tienes.

Además, si Dios te ha dado todo lo que tienes, entonces todo no es sólo una cuestión de corresponsabilidad, sino también un regalo. James afirma este hecho más claramente: “Toda dádiva buena y perfecta viene desde arriba, bajando del Padre de las luces celestiales.”38

Si Dios te ha dado un regalo, dale las gracias por ello. ¿Tienes alimento para comer? ¿Ropa para vestir? ¿Dinero para pagar tus cuentas? Dale gracias a Dios por cada mordida, cada camisa, cada último centavo. “Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.”39

Por ello, a pesar de lo mucho o poco que tengas, sé agradecido por todo eso.

3. Sé generoso.

¿Qué quiere Dios que hagas con tu dinero además de proveer para tus propias necesidades? La respuesta es simple: servir a los demás y, a través de esto, glorificarlo. Proverbios 3:9 enseña, “Honra al Señor con tus riquezas.” ¿Cómo podemos hacer esto? Empieza por adoptar una mentalidad de generosidad.

Una y otra vez, la Biblia elogia la generosidad: “Los malvados piden prestado y no pagan, pero los justos dan con generosidad.”40 “Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan; otros ni sus deudas pagan, y acaban en la miseria. El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado.”41 “Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará.”42

De hecho, los cristianos son instruidos directamente a ser generosos. Pablo dio a Timoteo un mensaje muy claro para que lo transmitiera a otros creyentes: “Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera.”43

Una actitud bíblica de dinero no es “¿Cuánto me das?” sino “¿Cuánto te puedo dar?”

La diferencia en estos procesos de pensamiento es la ganancia a corto plazo versus la inversión a largo plazo. Jesús nos recuerda que no hay riqueza aquí que sea duradera. Las acciones se desploman, el dinero es robado, las casas se queman, la ropa se desgasta. Pero cuando usas tu dinero para servir a los demás y glorificar a Dios, estás invirtiendo en un tesoro eterno. “No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar.”44

No es que no deberíamos buscar riquezas en absoluto. A los cristianos se les permite participar en un estilo de vida que incluye posesiones materiales. Sin embargo, nuestro deseo de tener nunca debe superar nuestro deseo de dar. La búsqueda de bienes materiales debe tomar un lugar permanente de generosidad. Somos capaces de dar libremente porque podemos descansar en el conocimiento de que Dios proveerá para nosotros (incluso, tal vez, a través de la generosidad de otros).

4. Apoya a la iglesia y preocúpate por los pobres.

Es muy fácil pensar en cómo podemos gastar nuestro dinero en nosotros mismos o en nuestros seres queridos. La última vez que iniciaste un nuevo trabajo o te ascendieron, ¿en qué fue lo primero que pensaste? ¿Acaso fue la casa más grande que pudieras darte el lujo de comprar o el mejor auto que pudieras conducir? ¿Acaso fue ropa nueva o una TV sofisticada o unas largas vacaciones?

Estas cosas pueden traer algo de placer —y no son intrínsecamente malas— pero Jesús enseña que hay una bendición más grande al preguntarnos cosas como, “¿Cuánto más puedo dar a mi iglesia? ¿O al ministerio que trabaja para ayudar a las personas sin hogar a levantarse? ¿O el banco local de alimento, el refugio de mujeres u orfanato?” Hay infinitas buenas causas y organizaciones que pueden beneficiarse de nuestras donaciones financieras.

¿Por qué dar a la iglesia?, te preguntarás. Talvez has oído hablar del diezmo, pero no estás seguro cuál es el punto de dar tu dinero a la iglesia. Bueno, para empezar, Pablo nos dice claramente, “El que recibe instrucción en la palabra de Dios, comparta todo lo bueno con quien le enseña.”45 Aunque “todo lo bueno” no se aplica exclusivamente al dinero, sin duda está incluido en esta categoría. Deberíamos darle a la iglesia para satisfacer las necesidades de nuestros pastores, para apoyar a los trabajadores que llevarán el evangelio a otras regiones y culturas y para atender diversas necesidades dentro del cuerpo de la iglesia. Dar intencionalmente a la iglesia es una forma de retribuir a Dios, en cierto sentido. Son tales regalos financieros los que permiten a las iglesias continuar sirviendo a Dios en sus comunidades y en todo el mundo.

Fuera de la iglesia, los cristianos deben ayudar y proveer para los pobres, los menos afortunados y aquellos en situaciones extremas. “Es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: ‘Hay más dicha en dar que en recibir.’”46 De hecho, esto es un reflejo directo de nuestro amor por Dios.

El Apóstol Juan escribe: “Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?”47 Date cuenta que Juan específicamente menciona un “hermano,” por lo que refiere a otros miembros de la familia de Dios. Nuestra atención para nuestros hermanos en Cristo es una prueba de fuego de nuestra fe. Si no damos para satisfacer sus necesidades, nuestro “amor” es sólo habladuría. Y si no amamos a nuestros hermanos y hermanas, ¿cómo podemos pretender amar a Dios, su padre?48

Nuestra fe nos exhorta a actuar —y eso incluye actuar fielmente con nuestra riqueza.

Santiago expone sobre este concepto: “Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, y uno de ustedes les dice: ‘Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse,’ pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta.”49

Sin embargo, debemos asegurarnos de dar a los demás por las razones correctas y de la manera correcta:

Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa. Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han recibido toda su recompensa. Más bien, cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.50

Así que la Biblia nos dice que demos a la iglesia y para cuidar de los pobres —especialmente aquellos dentro de la iglesia. Pero también debemos buscar “hacer el bien” en todas partes.51 Los cristianos deben ser marcados por su sabia y generosa atención a los más desfavorecidos y marginados. El cristianismo afirma que por nuestra cuenta, somos espiritualmente pobres, pero hemos sido hechos inmensamente ricos por la gracia de Cristo.52 Esta misma lógica del evangelio debe transformar nuestros corazones para que con gusto demos para apoyar a otros.

5. Cultiva la satisfacción y protégete contra la avaricia y la codicia.

Hebreos 13:5 dice, “Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: 'Nunca te dejaré; jamás te abandonaré.’”

Alegría es la virtud bíblica de estar satisfechos con lo que Dios te ha dado.53 El puritano Jeremiah Burroughs lo pone de esta manera: “Ahora digo que un corazón que no tiene gracia y no es instruido en este misterio de satisfacción conoce ninguna otra manera de obtener satisfacción, que no sea elevar sus posesiones a sus deseos. Pero el cristiano tiene otra forma de satisfacción, es decir, Él puede traer sus deseos a sus posesiones; y así, él logra su satisfacción.”54

¿Qué significa esto exactamente? Esto significa que no basamos nuestra satisfacción en algo tan condicionado como nuestros deseos. Por el contrario, adaptemos nuestros deseos para ajustarnos a lo que ya nos ha sido dado y que ha enraizado nuestra alegría en la misericordia de Dios. De este modo, siempre estaremos satisfechos, siempre realizados, siempre alegres.

Si estás satisfecho con lo que Dios te da, lo sostendrás con la mano abierta. No sentirás la necesidad de apretar el puño y sostenerlo cerca de tu cuerpo —metafórica o literalmente. No te sentirás tan invertido en lo que tienes que tendrás miedo de dejarlo ir. No sentirás que debes atesorar dinero, porque sabes que viene de Dios y que puedes confiar que él te proveerá con todo lo que necesites. Si estás contento, usará el dinero para el bien en lugar de dejar que éste te use a ti para el mal.

Esa es la jugada ofensiva. El movimiento defensivo te está protegiendo contra la avaricia y la codicia. Presta atención a cómo responde tu corazón a lo que otros tienen. Si algo es más grande, mejor, o más bonito que lo tuyo, ¿sientes que lo quieres instintivamente? ¿Te encuentras recolectando posesiones más por el orgullo de tener que por necesidad?

Ten cuidado con lo que permites que influya tu corazón. En muchos países, la publicidad es una industria siempre presente y multi billonaria, basada en la creación de un deseo que no tenías por algo que no necesitas. Lee, mira y escucha atentamente. Observa lo que remueve tu corazón y sé honesto contigo mismo sobre por qué lo hace.

Un Regalo, no un Dios

Trata el dinero como un regalo, no como un Dios. Recuerda que Dios es dueño de todo, y él espera que hagas buen uso de su propiedad. Da gracias a Dios por ser un Padre cariñoso y generoso que provee para las necesidades de sus hijos. Encuentra comodidad y tranquilidad en las palabras de Jesús:

Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida? ¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos vestiremos?” Porque los paganos andan tras todas estas cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.55

En resumen, la Biblia nos da un mensaje simple: No dejes que tu vida sea gobernada por el dinero. Busca a Dios ante todo —incluso en sus tratos financieros— y todo lo demás tomará su lugar.

 

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  1. Véase La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) © 1999, 2 Timoteo 3:16–17; Salmos 119.
  2. Para un estudio profundo y equilibrado de la enseñanza de la Biblia entera sobre el dinero y las posesiones, véase Craig L. Blomberg, Neither Poverty Nor Riches: A Biblical Theology of Material Possessions, New Studies in Biblical Theology 7 (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1999). Mi tratamiento sumario aquí está en deuda con el excelente trabajo de Blomberg.
  3. Véase La Santa Biblia, Génesis 1:31.
  4. La Santa Biblia, Génesis 1:28.
  5. Ibid., Génesis 2:15.
  6. Ibid., Génesis 1:26.
  7. Véase La Santa Biblia, Génesis 3:8–9. Este episodio demuestra que Dios estaba en en comunión con Adán y Eva.
  8. La Santa Biblia, Génesis 3:17–19.
  9. Ibid., Romanos 8:20.
  10. Para una descripción concisa sobre el trabajo de la enseñanza de la Biblia, véase Sebastian Traeger y Greg Gilbert, The Gospel at Work: How Working for King Jesus Gives Purpose and Meaning to Our Jobs (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2014).
  11. La Santa Biblia, Efesios 4:28.
  12. Ibid., 2 Tesalonicenses 3:10.
  13. Ibid., Proverbios 10:4.
  14. Ibid., Proverbios 13:11.
  15. Ibid., Proverbios 12:27.
  16. Véase La Santa Biblia, Génesis 13:2; Job 1:1–3; 1 Reyes 3:11–13; Mateo 27:57.
  17. Ibid., Deuteronomio 28:1–6, 11–12.
  18. Ibid., Gálatas 3:19–26.
  19. Ibid., Romanos 8:18.
  20. Ibid., Filipenses 4:19. De hecho, de acuerdo con 2 Timoteo 3:12, los creyentes están garantizados a una persecusión y no a una prosperidad material. Para un tratamiento más profundo de esta pregunta, véase David W. Jones y Russell S. Woodbridge, Health, Wealth & Happiness: Has the Prosperity Gospel Overshadowed the Gospel of Christ? (Grand Rapids, MI: Kregel, 2010).
  21. La Santa Biblia, Deuteronomio 8:17–18.
  22. Ibid., 1 Corintios 4:7.
  23. Véase La Santa Biblia, Proverbios 11:4, 18:11.
  24. Ibid., Salmos 49:10; Proverbios 23:4–5; Mateo 6:19; 1 Timoteo 6:7.
  25. Véase La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) © 1999, Proverbios 13:8.
  26. La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) © 1999, Éxodo 20:17.
  27. Véase La Santa Biblia, Proverbios 15:27; Mark 7:22; Romanos 1:29.
  28. La Santa Biblia, Eclesiastés 5:10.
  29. “John D. Rockefeller,” New World Encyclopedia, http://www.newworldencyclopedia.org/entry/John_D._Rockefeller. Curiosamente, Rockefeller, uno de los principales filántropos de su época, creía que era su obligación hacer tanto dinero como fuera posible para que pudiera usarlo sabiamente para ayudar a los menos afortunados.
  30. La Santa Biblia, 1 Timoteo 6:6–10.
  31. Ibid., Mateo 6:24.
  32. Ibid., Mateo 6:21.
  33. La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) © 1999, Colosenses 3:5, énfasis añadido.
  34. Véase La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) © 1999, Eclesiastés 5:10–12.
  35. Para un tratamiento más profundo del trabajo de la enseñanza de la Biblia sobre el dinero y las posesiones, véase Craig L. Blomberg, Christians in an Age of Wealth: A Biblical Theology of Stewardship (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2013); y Randy Alcorn, Money, Possessions, and Eternity,rev. ed. (Wheaton, IL: Tyndale House Publishers, 2003).
  36. La Santa Biblia, Salmos 50:9–11; Hageo 2:8; Hechos 17:24–25.
  37. Véase La Santa Biblia, Mateo 25:14–30. Véase también Lucas 12:42, 16:1–9 para ver otros ejemplos de mayordomos en la enseñanza de Jesús.
  38. La Santa Biblia, Santiago 1:17.
  39. Ibid., 1 Tesalonicenses 5:16–18.
  40. Ibid., Salmos 37:21.
  41. Ibid., Proverbios 11:24–25. Véase también Proverbios 14:21, 14:31, 19:6, 19:17, 28:8; Hechos 2:46; 2 Corintios 8:1–9:15.
  42. Ibid., 2 Corintios 9:6.
  43. Ibid., 1 Timoteo 6:18–19.
  44. Ibid., Mateo 6:19–20.
  45. Ibid., Gálatas 6:6; cf. 1 Timoteo 5:17.
  46. Ibid., Hechos 20:35.
  47. Ibid., 1 Juan 3:17.
  48. Véase La Santa Biblia, 1 Juan 4:20.
  49. La Santa Biblia, Santiago 2:14–17.
  50. Ibid., Mateo 6:1–4.
  51. Ibid., Gálatas 6:10.
  52. Véase La Santa Biblia, 2 Corintios 8:9.
  53. Ibid., Filipenses 4:10–13.
  54. Esta es una de las principales ideas de su magnífica meditación, The Rare Jewel of Christian Contentment. La cita se puede leer en contexto en Jeremiah Burroughs, The Rare Jewel of Christian Contentment, abreviado (Pensacola, FL: Chapel Library, 2010), 7.
  55. La Santa Biblia, Mateo 6:25–33.