Idea Central: Dios sufre cuando nosotros sufrimos, pero a veces no podemos obtener sabiduría si no nos permite pasar por ello.
Mensaje para hoy:
Probablemente tus padres te dijeron “no” en muchas ocasiones—o al menos en algunas. "No, no toques la estufa; ¡está caliente!", "No, no corras a la calle; ¡pueden atropellarte!"
Al menos que fueras un niño prodigio, es probable que los hayas desobedecido al menos una o dos veces. Tal vez pusiste la mano en el fuego aunque te habían advertido que estaría caliente, encontrando para tu obstinada sorpresa, que efectivamente tenían razón—y te quemaste. No es que fueran padres crueles tratando de arruinar tu diversión. O padres malos dejando el quemador encendido a propósito para provocarte un dolor. Tampoco eran padres impotentes, incapaces de mantenerte lejos de la estufa caliente.
Ellos eran buenos y cariñosos. Buscaban protegerte, dándote la información que necesitarías para hacer una buena elección (cocina = ¡caliente!). Pero tú simplemente no hiciste caso—no hubieras podido ganar esa sabiduría sin haberla padecido. Igualmente, con esa sabiduría ganada se cultivaría una confianza en las instrucciones de tus padres.
La presencia de dolor, sufrimiento y mal en el mundo no cancela la benignidad, bondad, omnipotencia y paternidad de Dios—igual que el hecho de que un niño toque una estufa caliente, no niega la bondad o poderío de sus padres.
Considera esto:
- ¿Te desafía comparar a Dios con tus padres? Si es así, ¿por qué?
- Si Dios es un Padre bueno (como él se llama a sí mismo en la Biblia), ¿cómo cambiaría esto tu punto de vista sobre las cosas difíciles que has experimentado en la vida?
Toma acción: Recuerda el dolor y sufrimiento que has experimentado en el pasado. Enlista las cosas buenas que surgieron como resultado de ello.