Tal vez hayas escuchado que orar es importante pero, ¿cómo empiezas?
¿Recuerdas cuando aprendiste a leer? Casi todos aprendemos, en primer lugar, identificando letras y sus sonidos; en segundo lugar, combinando esas letras para formar palabras y, finalmente, combinando las palabras para formar frases y oraciones. Avanzamos de libros ilustrados a libros con capítulos, según mejoraron nuestras destrezas. Sin embargo, comenzamos de manera sencilla—con el alfabeto y el deseo de aprender.
Aprender a orar no es tan diferente.
La oración, el acto de comunicar un mensaje a Dios, puede parecer intimidante—¡y solo pensar en orar en público puede paralizarte!1 Ayuda recordar que cuando oras, te estás dirigiendo a un Dios que te ama y que desea oír lo que tienes que decir.
Solo Empieza
Orar, en su nivel más básico, es sencillamente hablar con Dios. Así que empieza a hablar.
Tus oraciones no recibirán una nota ni se compararán con las de nadie. No tienes que sonar “espiritual” ni citar versículos de la Biblia cuando hablas con Dios. Puedes sencillamente hablar con Dios como si estuvieras hablando con un amigo.
Si sientes que no tienes idea de cómo “solo empezar” o que te sientes incómodo mientras hablas con Dios, entonces estás de suerte. La Biblia es una gran fuente para aprender cómo orar. El libro completo de Salmos se compone de todo tipo de oraciones—oraciones de alabanza, pedidos y lamentaciones. Puedes también leer las oraciones del mismo Jesús.2
Prepárate para los Retos
Ahora que ya has comenzado a orar, confrontarás retos.
El libro de C. S. Lewis, "Cartas del Diablo a su Sobrino", está escrito como una serie de cartas de un diablo llamado Escrutopo a su sobrino, Orugario, mientras este último recibía enseñanzas. Las cartas de Escrutopo instruyen a Orugario de cómo frustrar a un nuevo creyente.
De inmediato aconseja a Orugario sobre el “peligro” de la oración: “Lo mejor, cuando es posible, es alejar totalmente al paciente de rezar en serio. Mientras estén pendientes del Enemigo [Dios] estamos vencidos, pero hay formas de evitar que se ocupen de Él. La más sencilla consiste en desviar su mirada de Él hacia ellos mismos. Haz que se dediquen a contemplar sus propias mentes y que traten de producir en ellas, por obra de su propia voluntad, sentimientos o sensaciones.”3
De seguro encontrarás resistencia a la oración cuando empieces. Existe una variedad de distracciones que te pueden impedir tus esfuerzos—desde llamadas telefónicas hasta sentirte adormilado o tímido. Aun así, comienza.
El autor Tim Challies dice: “Si deseo saber cómo orar, solo necesito orar. No existe libro, ni salón de clases, ni curso, ni instructor que me pueda enseñar tanto sobre la oración como para que yo evite el trabajo arduo de aprender a hacerlo de rodillas. En definitiva, la oración misma es el salón de clases”.4
No Dejes de Orar
Una vez que empieces, no dejes de orar. El Apóstol Pablo instruyó a los creyentes en la iglesia de Tesalónica: “…oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús”.5
Orar continuamente no es estar arrodillado todo el día ni rezar oración tras oración. Es, más bien, volver tu corazón hacia Dios, someterte a Él, estar dispuesto a tenerlo cerca de ti y a compartir tu vida con Él. Es un continuo reconocimiento de la presencia de Dios en tu vida.
Cualquier momento del día puede ser oportuno para comunicarte con Dios. Puedes rezar mientras caminas, trotas o viajas. Considera objetos familiares que ves diariamente, que ayuden como recordatorios para dar gracias a Dios, alabarlo, o para rezarle por tus parientes o amigos.
Conéctate con Dios a lo largo del día mientras realizas tus tareas rutinarias como cocinar o limpiar. También puedes incorporar la música a tus oraciones, cantando himnos o canciones de alabanza.
También puedes orar mientras trabajas. Por ejemplo, puedes darle gracias a Dios por darte trabajo. Pídele sabiduría para lidiar con colegas, clientes, supervisores y subordinados. Puedes pedirle que te dé creatividad para resolver problemas o para tener el valor de comportarte de manera ética y justa.
Y sí, hasta puedes pedirle que bendiga tu trabajo y te otorgue el éxito. Los cristianos que desempeñan su trabajo con excelencia—sea lo que sea que hagan—glorifican a Dios en el proceso.
Ora con Otras Personas
Orar con otros en su compañía, en pequeños grupos y en alabanza corporativa también puede fortalecer nuestra práctica de orar. “Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre”, dijo Jesús, “allí estoy yo en medio de ellos”.6
Oír rezar a los creyentes que conocemos (y combinar nuestras oraciones con las de ellos) es una experiencia alentadora, instructiva y poderosa. Aprendemos imitando a otros. Si estás indeciso en cuanto a rezar en voz alta, entonces reza en silencio. ¡Aprenderás escuchando a otros!
Como ya he mencionado anteriormente, las páginas de la Biblia están llenas de “compañeros de oración” para nosotros, también. Lee las oraciones de Moisés, David, Daniel y Salomón, según aparecen en el Viejo Testamento, y las de Jesús, Pedro, Timoteo y Pablo en el Nuevo Testamento, entre otras.
Muchos libros tienen oraciones de mujeres y hombres devotos. Jonathan Edwards, Martin Luther, Dietrich Bonhoeffer, George Muller, Amy Carmichael, Charles Spurgeon, Jim Elliot y otros pueden reforzar tu conocimiento sobre la oración y refrescar tu mente y corazón cuando tus propias palabras te parecen sonadas y débiles.7
Por último, recuerda que cuando las palabras parecen escapar por completo, tienes otro “compañero”—el Espíritu Santo. La Biblia nos dice: “Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras”.8 Cuando no podemos ni pensar bien, el Espíritu Santo sabe lo que necesitamos y “habla” con Dios por nosotros.
Sé Auténtico
Mantén auténticas tus oraciones. Esfuérzate por permanecer honesto y transparenté ante Dios. No pretendas ser alguien o algo diferente. Dios nos invita a acudir donde Él en el estado que estamos cuando oramos—con nuestros defectos e imperfecciones.
C. S. Lewis escribió: “Queremos saber, no cómo orar si fuéramos perfectos, sino cómo deberíamos orar tal y como somos ahora. No vale la pena pedirle a Dios con seriedad ficticia que te otorgue A cuando nuestra mente entera, en realidad, está llena de deseos por B. Debemos presentarle lo que está dentro de nosotros, no lo que deberíamos tener dentro”.9
Cómo Orar
¿Así que quieres aprender a orar? Empieza justo donde estás. Dios espera por ti. Desea escuchar a los suyos.
Empieza y después continúa orando—a lo largo de tu rutina diaria y en cada circunstancia. Reza no solamente por tu cuenta, sino en compañía de otros creyentes—pasados y presentes—cuyas oraciones pueden reforzar las tuyas propias. Ven a Dios como eres, no como piensas que deberías ser.
Existen acrósticos y fórmulas para la “oración efectiva”, pero aprendemos a orar—y a estar en la presencia de Dios—sencillamente orando. ¿Estás listo?