El cristianismo y la ciencia simplemente no van juntos. ¿O si?
Parece que la opinión acerca de que la ciencia y la religión—especialmente el cristianismo—son entidades contradictorias, es cada vez más popular. Se presentan como mutuamente exclusivas; simplemente no se puede apoyar plenamente los principios de uno sin minimizar o descartar el otro. A menudo la ciencia es interpretada como el pináculo de la verdad y la razón y el cristianismo como meramente un acto de fe que “orgullosa y desafiantemente [se establece] a sí mismo en oposición a la razón.”1
Para aquellos que apoyan estos puntos de vista, hay una sensación de que la ciencia surgió a pesar de los efectos opresivos de la religión. Sin embargo, una revisión de la historia, una mirada más profunda en el cristianismo y una inspección más cercana de la cosmovisión del naturalismo metafísico presentarán un panorama distinto.
La Historia y la Filosofía de la Ciencia
Es un hecho inevitable de la historia el que la ciencia surgiera y floreciera dentro de la cosmovisión del monoteísmo cristiano. Gigantes intelectuales como Copérnico, Galileo, Kepler, Sir Isaac Newton, Michael Faraday y James Maxwell Clark (entre otros) desarrollaron y dieron avances de la disciplina de la ciencia en un esfuerzo por “pensar los pensamientos de Dios después de Él.”2
Ha habido numerosas civilizaciones tecnológicamente avanzadas que prosperaron durante varios siglos o más, pero cuyas cosmovisiones socavaron la naturaleza de la ciencia, incluyendo los egipcios, los mayas, los persas, los griegos, los romanos y los chinos. El filósofo Kenneth Samples ha señalado, “El esfuerzo científico puede echar raíces en el suelo fértil de una cosmovisión particular (un marco conceptual para interpretar la realidad). Y no todas las culturas se adhieren a una cosmovisión favorable de la ciencia.”3
Por ejemplo, consideremos a los filósofos griegos. Aunque su énfasis en las reglas de la lógica y el ejercicio de la razón contribuyeron poderosamente a la sabiduría humana, el politeísmo griego afirmó que muchos eventos se desarrollaban simplemente debido a los caprichos de numerosos dioses competitivos y emocionales. Uno no podría confiablemente predecir los motivos o las acciones de un grupo de dioses impetuosos y celosos. Desde esta perspectiva, el concepto de la ciencia sería ilógico.
De hecho, existen ciertas presuposiciones filosóficas que deben ser asumidas en orden para que la ciencia pueda ser considerada como un esfuerzo eficaz y digno:
- El mundo externo es real y cognoscible.
- La naturaleza misma no es divina. Es un objeto digno de estudio, no de adoración.
- El universo está ordenado. Existe uniformidad en la naturaleza que nos permite observar más allá de los fenómenos y comprender y predecir acontecimientos futuros.
- Nuestras mentes y nuestros sentidos son capaces de observar con precisión y entender el mundo.
- El lenguaje y las matemáticas pueden describir con exactitud el mundo externo que observamos.
Ciencia dentro del Teísmo Cristiano
Estas premisas fluyen lógica y naturalmente de la creencia monoteísta de que somos seres hechos a imagen de Dios—con la capacidad de pensar, actuar y razonar libremente—en un universo que fue creado y diseñado por Dios para un propósito específico. El teísmo cristiano ofrece una visión del mundo “fértil” desde el cual la ciencia podría brotar y crecer.4
EI internacionalmente respetado físico y autor, Paul Davies fácilmente reconoce, “La ciencia apropiada surgió en el Renacimiento en Europa. . . . El monoteísmo formó cada vez más la cosmovisión occidental durante las etapas formativas de la ciencia. . . Sin la creencia en un solo legislador racional omnipotente, es poco probable que alguien hubiera pensado que la naturaleza es inteligible de una manera sistemática cuantitativa, reflejada por las formas matemáticas eternas.”5
La aparición del monoteísmo plantó las semillas para la ciencia como una empresa. La idea de que el mundo fue creado por un diseñador inteligente permitió a los seres humanos que empezaran a pensar que este diseño podría ser descifrado.
La Cosmovisión del Naturalismo
Sin embargo, algunas personas afirman que las creencias religiosas debilitan la ciencia porque, en sus mentes, la práctica de la ciencia exige un compromiso con la cosmovisión del naturalismo. Algunos—aunque son minoría—incluso afirmarán que es irracional para una persona de fe ser un científico porque cualquier compromiso con la ciencia es contradictorio a la creencia en lo sobrenatural.6
Sin embargo, esta crítica no toma en cuenta la diferencia entre el naturalismo metodológico y el naturalismo metafísico. El naturalismo metodológico es la convención autoimpuesta de la ciencia que asume una causalidad naturalista o explicaciones durante la investigación de cualquier tema. El naturalismo metafísico asume que la realidad misma es puramente natural y compuesta únicamente de objetos materiales.
Como profesor de física y ateo, Victor Stenger reconoce, “El naturalismo metodológico aún puede ser aplicado sin implicar algún apego dogmático al naturalismo metafísico.”7 En otras palabras, cualquier científico puede practicar el naturalismo metodológico en la empresa científica sin abrazar la cosmovisión del naturalismo metafísico.
Por ejemplo, mi doctor es cristiano. Como cristiano, cree en lo sobrenatural (por ejemplo, Dios) y rechaza el naturalismo metafísico como una cosmovisión. Sin embargo, como un médico practicante, emplea el naturalismo metodológico como una cuestión de procedimiento. Cada vez que trata a un paciente, él asume que hay una causa natural para lo que sea que le está afectando a la persona. Luego generalmente prescribe una cura natural basada en la mejor investigación que la ciencia médica tiene para ofrecer.
En el estudio de Religión entre Científicos Académicos (RAAS, por sus siglas en inglés) realizado entre el 2005 y el 2008, el profesor de la Universidad Rice, Elaine Howard Ecklund encuestó a casi 1,700 científicos y entrevistó a 275 de 21 universidades de investigación de élite. En su libro del 2010, “Science vs. Religion: What Scientists Really Think,” detalla los resultados del estudio. Ecklund señaló, “Después de cuatro años de investigación, por lo menos una cosa quedó muy clara: Gran parte de lo que creemos acerca de la vida de fe de los científicos está equivocada. La ‘insuperable hostilidad’ entre la ciencia y la religión es una caricatura, un cliché del pensamiento, tal vez útil como una sátira sobre el pensamiento de grupo, pero apenas representativo de la realidad.”8
Determinismo y Libre Albedrío
Además, el naturalismo metafísico en realidad debilita el concepto de la ciencia y su práctica. Como muchos reconocen, la creencia en el naturalismo metafísico conduce a la doctrina del determinismo.9
El determinismo es el punto de vista de que cada evento que sucede—incluyendo cualquier decisión humana—es causado para que ocurra. Lo que pasa en el futuro podría no haber sido diferente, debido a lo que ha sucedido en el pasado.10
El determinismo está implícito porque, si el naturalismo metafísico es verdad—si todo lo que existe es estrictamente físico o material y cada evento es explicable por las leyes de la naturaleza—entonces, lo que sea que pase en el universo está determinado a ocurrir por las leyes de la naturaleza actuando sobre la materia.
El determinismo significa que no tenemos libre albedrío. Como lo declara el Centro para el Naturalismo, “No somos ‘causalmente privilegiados’ sobre el resto de la naturaleza, es decir, no podemos producir sin ser plenamente causados nosotros mismos. Pensar eso sería sostener una visión sobrenatural de nosotros mismos, lo opuesto al naturalismo.”11
Sin embargo, la naturaleza misma y la práctica de la ciencia asumen que tenemos libertad de voluntad. En la práctica de la ciencia, uno sopesa los hechos con el fin de sólo sacar conclusiones. Reflexionamos sobre las pruebas y formulamos teorías basadas en hipótesis competitivas, opciones alternativas y argumentos en contra.
Para que el conocimiento o la experiencia cuenten para algo en absoluto debemos ser libres para decir que ciertas opciones no son válidas. Por lo tanto, el naturalismo metafísico realmente debilita la práctica de la ciencia. El determinismo ofrece “libertad de pensamiento” para reflexionar, contemplar, deliberar, calcular, evaluar, razonar o simplemente para ser racionales y buscar la verdad.
Por el contrario, el teísmo cristiano—que considera a los seres humanos como seres creados a imagen de Dios con la capacidad de pensar, actuar y razonar libremente—proporciona una base para la noción del libre albedrío, que parece necesaria para que la ciencia sea una empresa válida.
¿Amigos o Enemigos?
La Biblia dice, “Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día comparte al otro la noticia, una noche a la otra se lo hace saber.”12
Sobre la base de este entendimiento, los filósofos naturales cristianos vieron el universo creado como racionalmente inteligible y maduro para un estudio, una investigación y una exploración.13 Lejos de ser contradictorio a la investigación científica, el monoteísmo cristiano proporcionó el ímpetu y el marco conceptual que permitió a la disciplina científica moderna emerger y florecer.
La ciencia y la fe no necesitan ser establecidas como entidades opuestas. Los dos son fuerzas complementarias. A pesar de los intentos de algunos de querer crear un conflicto entre la ciencia y el cristianismo, no podemos ignorar los antecedentes teológicos de la ciencia y la historia. De hecho, cuando vemos más de cerca el nacimiento de la ciencia, notamos cada vez más la verdad en la declaración de Paul Davies que dice que “la ciencia puede proceder sólo si el científico adopta una visión del mundo esencialmente teológica.” 14