La mayoría de las personas buscan a Dios en la religión, pero lo encuentran en lugares inesperados.
¿Por qué estás leyendo este artículo? Muy probable es porque estás interesado en el tema de encontrar a Dios porque lo estás buscando—o juegas con la idea de buscarlo. Y quizá no tengas idea por donde comenzar. Eso es entendible. Después de todo, ninguno de nosotros tenemos todas las respuestas, y este tipo de jornada es intensamente personal.
Un sinnúmero de personas buscan a Dios cada día. Desde que somos niños, nos encanta explorar, y tendemos a interesarnos en aquello que es más grande que nosotros—es decir, la magia de ser un adulto. Pero ahora que eres un adulto, puedes estar sintiendo que—como lo dijo James Bond—el mundo no es suficiente.1 Suerte para ti (y para tu cartera), no tienes que ir a un peregrinaje internacional para descubrir la presencia de Dios.
Las Deficiencias de la Religión
Las personas buscan a Dios en muchas maneras, pero la más común es por medio de una investigación de varias religiones. En la manera más general, la religión se define como “una creencia en Dios o dioses”, así que es natural comenzar la búsqueda ahí.2
Desafortunadamente, Dios no es siempre lo primero que encontramos en las organizaciones religiosas. Frecuentemente en su lugar encontramos a personas que están haciendo un mal trabajo al poner su fe en acción, o aquellos que usan su fe en Dios como excusa para tratar mal a otros. Incluso la gente con buenas intensiones, aquellos que en verdad creen en Dios y por lo menos en los principios positivos de su religión, algunas veces no permiten que sus creencias influencien sus tareas o comportamiento diario.
Las personas prefieren comparmentalizar a Dios, tomado su fe con seriedad solo cuando están enfrentando desafíos o en el ojo público—hay que admitir que es más fácil así. Pero en estas instancias, la religión es meramente una construcción humana o incluso una ilusión, no una fuerza sincera la cual puede cambiar vidas.
Los judíos y cristianos creen que las personas fueron creadas a imagen y semejanza de Dios y por lo tanto son reflejo de Dios y de su amor.3 Esto hace aún más necesario que los adeptos a esas religiones actúen de modo que refleje sus principios religiosos—y aún más dañino cuando no lo hacen.
Pero a veces humanos nos sorprenden mostrando bondad inesperada hacia otros. Quizá te ha pasado antes; tal vez alguien fue compasivo contigo o extremadamente amable durante una crisis personal. Frecuentemente (y creo que podemos estar de acuerdo en que no sucede con suficiente frecuencia), las personas de fe se acercan a aquellos que también están buscando a Dios, o a aquellos que están sufriendo. Cuando las personas tienen mayor necesidad de ayuda, un acto de bondad, de una persona de fe, puede llevar a una nueva apertura hacia Dios.
O quizá no puedes evitar sentir algo más grande que tú cuando estás solo en la naturaleza. Quizá un ser amado está batallando una enfermedad debilitante y tú estás buscando respuestas. Quizá las cosas en tu vida han mejorado mucho últimamente y estas muy agradecido. Pueden pasar muchas cosas en la vida que llevan a una persona a encontrar una nueva apertura de mente cuando se trata de las cosas de Dios.
Ser Encontrado
Esta apertura algunas veces les permite a las personas reconocer cosas que no habían notado antes. Frecuentemente, al embarcarse en la búsqueda de Dios, las personas descubren que parece que Dios ya ha estado trabajando en sus vidas. Al reflexionar sobre la manera en que ha resultado la vida, ellos reconocen un patrón para lo que habían asumido que eran coincidencias, una hermosa simetría que sugiere que las cosas pasaron por una razón. ¿Alguna vez has mirado atrás en tu vida y te has dado cuenta que si “x” e “y” no hubieran sucedido exactamente en el momento justo, nunca habrías llegado a “z”? Decir que eventos como esos son meramente coincidentes se vuelve, irónicamente, cada vez más difícil de creer.
Quizá Dios estuvo involucrado en estas situaciones. Quizá mientras buscamos a Dios—e incluso desde antes—Dios nos está buscando a nosotros. Casi paradójicamente, el proceso de encontrar a Dios se vuelve en su lugar uno de aceptar haber sido encontrados.
Muchas personas pueden dar fe de experiencias o interacciones muy personales con Dios, en donde un profundo amor y perdón son transmitidos en maneras muy difíciles de describir con palabras. Esto puede suceder en la iglesia, al escuchar un sermón que parece aplicarse directamente a ellos. Puede suceder al lado de una cama de hospital mientras le piden a Dios que sane a un ser amado. O puede llegar durante un momento de alegría desenfrenada cuando sienten el trabajo milagroso de Dios en el nacimiento de un niño. En todas estas instancias, el Dios que han estado buscando los encuentra.
A través de esas experiencias, hemos llegado a comprender lo que Jesús quiso decir cuando dijo que él “vino a buscar y salvar a los perdidos”.4 Como un pastor busca y recupera cualquier oveja perdida, de la misma manera Dios está siempre buscando a aquellos que aún no han llegado a conocerlo.
El Llamado
La Biblia dice, “Acércate a Dios, y Él se acercará a ti.”5 Podemos comenzar a encontrar a Dios simplemente comunicándonos con él—por muy tentativamente que sea.
Quizá la clave para encontrar a Dios está en tomar el primer paso: la decisión de buscarlo con nuestros corazones, nuestras mentes y quizá incluso con nuestras palabras. “Si desde allí buscas al Señor tu Dios, lo encontrarás si lo buscas son todo tu corazón y con toda tu alma,” escribió Moisés en el libro de Deuteronomio.6
Así que, ¿qué te parece? Pregúntate: ¿Estoy abierto a ser encontrado? De ser así, dale una oportunidad. Llama a Dios y deja que te encuentre.7