¿Acaso Dios cambió del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento?
En el libro “El Espejismo de Dios” (título original: The God Delusion), el renombrado ateo Richard Dawkins describe al Dios del Antiguo Testamento como “sin duda el personaje más desagradable en toda la ficción: Celoso y orgulloso de serlo; un insignificante, injusto, implacable controlador; un limpiador étnico vengativo, sanguinario; un misógino, homofóbico, racista, infanticida, genocida, filicida, pestilente, megalómano, sadomasoquista, un intimidador caprichosamente malévolo.”1
El agnóstico Charles Templeton no ofrece una referencia de mucho mejor carácter:
El Dios del Antiguo Testamento es totalmente diferente al Dios en el cual creen la mayoría de los cristianos practicantes. Es una deidad demasiado humana con los fallos, debilidades y pasiones de los hombres—pero a gran escala. Su justicia es, según los estándares modernos, escandalosa y sus prejuicios son profundamente arraigados e inflexibles. Es tendencioso, quejumbroso, vengativo y celoso de sus prerrogativas.2
¿Es eso cierto? ¿Acaso el Dios del Antiguo Testamento es diferente del Dios descrito en el Nuevo Testamento? A primera vista, ciertamente es posible. Por un lado, Dios es representado como un juez severo—e incluso iracundo. Por otro lado, Jesús dice a sus seguidores que Dios es amor.
¿Acaso la Biblia cristiana cuenta un cuento de dos dioses?
Nada Nuevo
Los escritores modernos mencionados anteriormente no han ofrecido una nueva lectura de las Escrituras cristianas. En el segundo siglo EC el escritor y pensador cristiano Marción de Sinope (c. 85 – 160 EC) se negó a aceptar a Yahvé, la deidad que se describe en el Antiguo Testamento, como el “Padre Celestial" proclamado por Jesús.3
Marción concluyó que el Dios del Antiguo Testamento era un “demiurgo” que creó el universo material; un simple Dios tribal del pueblo judío, mientras que Jesús predicaba de un Dios marcado por la compasión, el amor y la misericordia.4 Marción escribió su Antítesis (contradicciones entre el Antiguo y el Nuevo Testamento), en el cual contrasta estos dos seres. Aunque algunos primeros cristianos encontraron convincentes los argumentos de Marción, sus enseñanzas fueron rechazadas por la mayoría.
Desde los primeros tiempos, los cristianos han percibido que su fe en Jesús es arraigada profundamente en las Escrituras del Antiguo Testamento. ¿Cómo han sido capaces de reconciliar estos aparentemente contrastantes retratos de Dios?
Revelación Progresiva
Para empezar, debemos destacar que la idea de la revelación progresiva es clave aquí. Este concepto afirma que la revelación de Dios de sí mismo a los seres humanos ha sido un proceso—una progresión. Durante siglos, hombres y mujeres que han encontrado a Dios en las historias bíblicas han llegado a un entendimiento cada vez más profundo sobre quién es Dios y cómo es Dios.
Así como el amanecer gradual nos permite ver continuamente más y más de lo que contiene una habitación, igual la revelación progresiva de Dios ha permitido que los seres humanos entiendan cada vez más la naturaleza, voluntad y modos de Dios. La verdad ha estado allí todo el tiempo, pero la percepción ha sido limitada.
Es igual con Dios. La comprensión de Dios del hombre progresó a través del Antiguo Testamento y hacia el Nuevo.
La revelación progresiva también puede entenderse en términos de la humanidad convirtiéndose cada vez más y más responsable hacia Dios por sus acciones. Un padre puede permitir a un niño más joven comportarse de cierta manera—incluso cuando ese comportamiento no es en definitiva la voluntad de los padres—porque el niño simplemente no conoce otra mejor manera. Más tarde, sin embargo, a medida que el niño crece y llega a ser más responsable, se imponen estándares más altos.
De la misma manera, muchas prácticas permitidas en el Antiguo Testamento (la poligamia, por ejemplo) son más tarde consideradas como fuera de la voluntad de Dios para su pueblo. A medida que crece el pueblo de Dios, igual crecen las expectativas de Dios.
Más en Común de lo que te Imaginas
Además, las perspectivas de las dos secciones de la Biblia cristiana podrían no ser tan diferentes de lo que a veces parecen ser.
Para los principiantes, incluso en el Antiguo Testamento, Dios con frecuencia es caracterizado como misericordioso y compasivo—no sólo lleno de ira y juicio. Él es descrito como un Dios que no se enfada fácilmente y cuyo perdón y misericordia perduran para siempre.5 Es llamado “el Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad.”6
Dios es descrito como el pastor de su pueblo, por quienes se preocupa profundamente.7 Él es su roca, su refugio, su ayuda y su libertador.8
Se podría decir que en el Nuevo Testamento, se sube el tono en cuanto a este aspecto del carácter de Dios. A través de las palabras y obras de Jesús podemos ver a este Dios misericordioso y compasivo en acción. Jesús demuestra el amor de Dios para los pecadores, marginados e hipócritas. En realidad nos dice que el segundo mandamiento—después de amar a Dios con todo lo que tenemos, es “Ama a tu prójimo como a ti mismo.”9
Sin embargo, Jesús también es tan claro como cualquier profeta del Antiguo Testamento en la proclamación de las consecuencias de rechazar la gracia de Dios.10 Los primeros escritores cristianos, como Pablo, Pedro y Juan, repitieron el mismo mensaje.11 El Apóstol Pablo afirma claramente que en “el día de la ira de Dios... su justo juicio será revelado.” Esta es la característica—el juicio de Dios—más “subida” o enfatizada en el Antiguo Testamento.
El amor de Dios y la ira de Dios son prominentes tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. De hecho, se podría decir que estos dos aspectos del carácter de Dios—piedad/amor y juicio/ira—son las dos caras de una misma moneda.
Dios ama a toda la humanidad y desea una relación con cada uno de nosotros. Sin embargo, el rechazo de esa oferta conduce a consecuencias inevitables—la separación de Dios a través de su justo juicio. El amor rechazado se convierte en una experiencia de ira. Tal rechazo excluye a una persona de la relación con el Dios que da vida eterna.12
Barreras del Idioma
Por otra parte, algunos de los desafíos presentados por la representación de Dios en el antiguo Testamento pueden estar conectados con cuestiones de lenguaje y analogía.
Por ejemplo, dentro del Antiguo Testamento, Dios es descrito a menudo como “celoso” frecuentemente en el contexto de los relatos de los israelitas adorando a otros dioses.13 Sin embargo, esto no es para hacer ver a Dios como mezquino. Los “celos” de Dios como se describen en la Biblia se refiere a su ardiente amor por su pueblo. Dios quiere lo mejor para ellos, y la adoración de ídolos (dioses falsos) simplemente no es bueno para ellos.
En el Nuevo Testamento la palabra “celoso” no se usa para describir a Dios. Pero ese mismo amor ardiente se describe en términos de las demandas de Dios hacia sus seguidores. Él pide el máximo juramento, de amor y lealtad que trasciende a familiares y amigos—y sin duda bienes materiales.14
La Paciente Justicia de Dios
Aunque el Antiguo Testamento incluye descripciones de actos de juicio gráficamente violentos, estos casi siempre son precedidos por largos períodos de paciente espera por parte de Dios para los condenados a arrepentirse de sus pecados.
Comúnmente hay múltiples llamados para que la gente voltee hacia Dios y en consecuencia se escape del juicio. Dios envía profeta tras profeta con el mensaje de arrepentirse de los pecados y seguir a Dios.
Los condenados no son “inocentes,” sino más bien, regularmente son personas que participan en actos de opresión y violencia contra otros seres humanos. No haber actuado contra tal comportamiento sería probablemente considerado por los lectores modernos sensibles, como pruebas de la injusticia de Dios.
El Dios que Jesús Amaba
Finalmente, cabe observar que las Escrituras que el mismo Jesús leyó y meditó eran la Biblia hebrea—lo que los cristianos llaman ahora el Antiguo Testamento.15 Jesús no era ajeno a las historias de Dios que allí se encontraban. El Dios que Jesús amaba y adoraba como su Padre Celestial era el Dios cuya historia se encuentra en los libros del Antiguo Testamento.
Jesús nunca supuso otra cosa en sus enseñanzas. Si Jesús entendía la continuidad esencial entre Yahvé, el Dios de Israel y el Padre Celestial cuyo reino de amor y misericordia proclamó, tal vez podemos tomarnos el tiempo para examinar más detenidamente esa conexión.16