La Soberanía y el Libre Albedrío

La Soberanía y el Libre Albedrío

¿Puede Dios ser soberano y aún así tener los seres humanos libre albedrío? ¿Están nuestros destinos simplemente establecidos?

Se podría decir que Philip K. Dick fue el más influyente escritor de ciencia ficción de finales del siglo XX. Varias de sus obras que fueron adaptadas como guiones, exploraron el concepto del libre albedrío. En Blade Runner somos puestos cara a cara con la tensión entre el control genético y el sentimiento genuino. “Destino Oculto” (The Adjustment Bureau) enfrenta la elección contra el destino, a medida que el personaje de Matt Damon intenta alterar el plan maestro para su vida.

Todo esto nos lleva a una pregunta milenaria interesante: ¿Es posible que haya un Dios soberano y que los seres humanos tengamos libre albedrío?

Hay mucho en juego en este debate. Si rendimos nuestro libre albedrío, la vida se vuelve sombría y sin esperanza. Si Dios tiene el control exclusivo sobre nuestro destino, ¿por qué deberíamos hacer algo? ¿Qué diferencia hace si la vida está toda planeado? Si nos entregamos a la soberanía divina, la vida pierde sentido y propósito trascendente. Existimos y luego morimos. Cuanto mejores sean las decisiones que tomamos, más capaces somos para sobrevivir la carrera de los más aptos, pero para qué— ¿para la mera propagación de nuestra especie? Por un lado nos queda un insensible determinismo, y por otro, un individualismo en caída libre.

Millones de personas ven la Biblia como una fuente para conocer a Dios. Pero, ¿qué tiene que decir la Biblia sobre el tema de la voluntad?

Una Mirada a la Biblia

Hay montones de textos bíblicos que subrayan la soberanía divina, y aún más que apelan a la voluntad humana.

Por ejemplo, la historia de Job se abre con un diálogo entre Satanás y Dios. Satanás cuestiona la voluntad desnuda de un "empleo justo". Satanás está convencido de que sin la mano de protección soberana de Dios, Job renunciaría libremente a Dios. Satanás pide a Dios que le quite toda la ayuda y después se le permite causar estragos en la vida de Job. La historia concluye cuando Job expresó su firme esperanza en un Dios soberano: "Yo sé bien que tú lo puedes todo, que no es posible frustrar ninguno de tus planes." 1

La voluntad de Job, cumple con esperanza, el plan soberano de Dios. Evitando los extremos de frío determinismo y el individualismo sin sentido, Job presenta la soberanía divina y la elección humana como completamente compatibles.

De hecho, la Biblia constantemente pone la soberanía y la elección juntas:

  • “El hombre propone y Dios dispone.”2
  • “El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor.”3
  • “Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre —no sólo en mi presencia sino mucho más ahora en mi ausencia— lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad.”4

Estos textos apelan nuestro corazón y nuestra capacidad de actuar, mientras que al mismo tiempo reconocen que en última instancia, Dios determina la acción. Somos responsables y él es soberano. Las decisiones se toman desde el corazón, mientras que Dios es soberano sobre esas decisiones.

Suena como una contradicción, ¿no? ¿Cómo pueden esas dos cosas ser compatibles?

La Naturaleza de la Voluntad

La aparente contradicción se resuelve cuando comprendemos la naturaleza de la voluntad. La voluntad expresa el deseo de nuestro corazón. Lo que más queremos, hacemos. La voluntad contempla los motivos en el corazón y siempre, siempre actúa sobre ellos. Para dar un ejemplo occidental, si quiero un televisor nuevo, mi voluntad actúa sobre ese deseo y entonces me voy a la tienda Best Buy.

Pero, ¿qué sucede cuando hay motivos rivales? ¿Qué pasaría si, en el camino a Best Buy, te detienes en el cajero automático—y te asaltan? El ladrón te dice que si no vacías tu cuenta completa y le das el dinero a él, tomará su vida. Realmente quiere tu dinero, y tú todavía deseas la televisión—pero decides darle todo tu dinero a él para poder seguir con vida.

En ese caso, ¿hubo algo que te impidiera ejercer el libre albedrío? No, en absoluto. Simplemente hiciste lo que más deseabas. Siendo una persona siempre tan inteligente, tu deseo de vivir era más grande que tu deseo de una cuenta bancaria llena o un nuevo televisor. Tu voluntad actúa sobre lo que más deseas.

Libertad

Ahora nos hemos tropezado con el asunto de la libertad. A menudo concebimos la libertad como la ausencia de restricciones. Pensamos: "Para de verdad vivir, debemos tener la libertad de hacer lo que queramos, sin restricciones." Argumentamos que la libertad es el camino hacia la verdadera prosperidad.

Pero si pensamos en esto, veremos rápidamente que no es del todo cierto. ¿Qué pasaría si todos los países del mundo abolieran todas las leyes? ¿Acaso esa "libertad" aumentaría o disminuiría la vida? Todos adoptamos ciertas restricciones porque sabemos que conducen a la prosperidad humana.

O también, considera las restricciones autoimpuestas de los músicos de una orquesta. Ellos voluntariamente restringen su "libertad" de tocar como lo deseen. En su lugar, tocan las notas indicadas en su música. ¿Qué sucede? ¿Acaso los músicos están oprimidos, enojados, y tristes? No, de hecho florecen. Las restricciones los habilitan a crear sonidos que jamás podrían generar por sí mismo—sinfonías hermosas.

Poniéndolo Todo Junto

Ahora, ¿qué tiene esto que ver con Dios y el libre albedrío? Bueno, como un Dios soberano, él impone restricciones para nuestro bien. Compone la partitura de la vida.  Establece leyes morales para que podamos prosperar, pero no nos obliga a llevar a cabo estas leyes. De hecho, somos libres de hacer lo que nuestros corazones desean.

Si deseamos violar la ley, lo hacemos. Si queremos rechazar la salvación de Dios en Cristo, podemos hacerlo. Todos tomamos decisiones genuinas, decisiones que se alinean con el deseo de nuestro corazón. Pero esta libertad es también el problema.

Tenemos la libertad de vivir para nosotros mismos—e incluso para otros—pero no podemos vivir para Dios. Aparte de la intervención de la divina gracia, simplemente no hacemos a Dios la estrella polar de nuestra vida. Como resultado, no ganamos confianza como la de Job donde, aun en el sufrimiento, Dios tiene buenos propósitos para nosotros. Nuestra voluntad se une a corazones rotos.

En consecuencia, consideramos que es poco atractivo—si no imposible—abrazar la soberanía de Dios, porque en el fondo, realmente queremos estar a cargo. Queremos hacer las reglas. Queremos establecer nuestro propio camino, y no incluye el camino de la abnegación y sumisión a Dios Padre. Nuestros corazones rotos nos han convencido de que la verdadera alegría y la prosperidad se encuentran fuera de Dios.

Un Nuevo Corazón

Lo que todos necesitamos no es un libre albedrío (ya tenemos eso), es más bien un nuevo corazón. Necesitamos una nueva capacidad de escoger a Dios, amar a sus caminos, y abrazar a sus "restricciones" como el camino a la verdadera vida.

Jesus es la única persona que hizo esto perfectamente. Su corazón era puro. Él optó por seguir la voluntad del Padre, aun cuando significaba sufrimiento y muerte. Él lo hizo por nosotros—por personas obstinadas y de visión limitada que insisten en su propio camino. Él renunció a su derecho a vivir de manera que nosotros no tengamos que morir. Si renunciamos a nuestra fijación de auto-soberanía y recibimos la gracia, el amor y el perdón justo de Dios, realmente encontraremos la verdadera vida.

Cuando nos encontramos bajo la nube de la voluntad de Dios, somos bañados con la gracia de la verdadera libertad. El propósito trascendente se encuentra con una elección  genuina y reconfortante. Cuando seguimos el plan maestro de Dios en Cristo, en realidad descubrimos el verdadero amor.

Nos encontramos cara a cara con el único hombre que puede amarnos perfecta y realmente. Si lo recibimos, ese amor le da al corazón toda una nueva capacidad de confiar en la soberanía de Dios. En Jesús, tenemos la oportunidad de prosperar.