¿Qué es el Reino de Dios?

¿Qué es el Reino de Dios?

"Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca." Bueno, pero, ¿qué es el Reino de Dios de todos modos?

En el centro del cristianismo se encuentra la figura histórica de Jesús, un profesor judío del primer siglo EC. Él enseñó sobre el amor de Dios, los males de este mundo, el poder del perdón y cómo mostrar compasión hacia los demás. Pero más que cualquier otro tema, habló acerca de una cosa una y otra vez: El reino de Dios.1

De hecho, el documento histórico que los eruditos creen que es la más vieja de sus enseñanzas, registra éstas como las primeras palabras públicas de Jesús: “Se ha cumplido el tiempo. . . El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las 2

¿Qué quiso decir Jesús con “el reino de Dios”? Algunas personas modernas viven hoy en un reino bajo el dominio de un rey. ¿Acaso Jesús se refiere a una nación física con límites, leyes físicas y una monarquía? ¿Qué tiene que ver todo eso con Dios?

Obviamente, el reino de Dios fue significativo para Jesús o no lo habría mencionado con tanta frecuencia. Por lo tanto, si queremos entender a Jesús y sus enseñanzas, primero tenemos que responder a una sencilla pregunta: ¿Qué es el reino de Dios?

Antecedentes Antiguos

Muchos de nosotros vivimos en estados-naciones democráticas. Pero los estados-nación son una noción moderna que sólo ha existido por algunos cientos de años. Es aún más reciente la idea de una democracia con representantes electos y, en las famosas palabras del presidente estadounidense, Abraham Lincoln, “un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.”3 Pero en tiempos antiguos, las monarquías y los reinos eran la norma.

Tomemos Egipto por ejemplo. El rey del antiguo Egipto era llamado faraón. Él gobernaba con puño de hierro sobre el pueblo del delta del río Nilo y sus alrededores. El Faraón promulgaba leyes, recaudaba impuestos, gobernaba a los militares y regía el funcionamiento cotidiano de la vida y la cultura. Los faraones eran los gobernantes todopoderosos que a menudo ascendían al trono a través de las dinastías (padres pasando el reinado a sus hijos) o a través de medios violentos. Los historiadores refieren al gobierno sobre sus pueblos y lugares como reinos. Incluso, se han dado nombres a ciertos reinos: el Reino Antiguo, el Reino Medio y el Nuevo reino.4

La historia antigua está repleta de otros ejemplos, como Asiria, Babilonia, Persia, Cartago, Kush, y lo que es ahora China—por nombrar sólo algunos. Incluso las tribus del antiguo Israel eventualmente establecieron un reino.

Algunos documentos históricos registran que aproximadamente en 1000 A.C., los israelitas le pidieron a uno de sus principales profetas—Samuel—que les ayudara a elegir y ungir a un rey. Él advirtió a la gente que reemplazar a Dios como su rey con un rey humano era peligroso. Samuel creía que, de acuerdo al patrón de todos los otros reinos alrededor de ellos, un rey humano oprimiría a la gente y eventualmente suplicarían por liberación.5 Después de todo, eso es lo que suele ocurrir con los reyes. En las palabras de Lord Acton, “El poder tiende a corromper; el poder absoluto corrompe absolutamente.”6

Sin embargo los israelitas querían un rey y un reino, y eso es lo que obtuvieron por cientos de años. Por último, los reinos de Israel y Judá (hubo una división debido a una lucha de poder) fueron derrotados y conquistados. El pueblo hebreo se hizo sujeto de Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y finalmente el imperio romano. En días de Jesús, los soldados romanos y funcionarios oficiales gobernaron al pueblo judío. Los judíos esperaban el día en el que pudieran liberarse del yugo romano de la opresión y restablecer el reino de Israel.

Historias sobre el Reino

Teniendo en cuenta estos antecedentes, no debe extrañarnos que Jesús comenzara a enseñar sobre el reino venidero de Dios. Claramente, muchos judíos creyeron que se refería a la situación política con Roma. Durante este tiempo algunos judíos hicieron anuncios similares e incluso se declararon a sí mismos los Mesías (los ungidos enviados por Dios para restablecer el reino de Israel).7

Pero Jesús habló del reino de Dios, no de Israel. Usó historias y comparaciones para describir lo que quería decir. El reino de Dios crecería lentamente como una mujer que metódicamente mezcla levadura en la harina, eventualmente obteniendo masa para pan.8 El reino de Dios debe ser perseguido como un tesoro que se encuentra en un campo o una perla preciosa que es adquirida por un comerciante.9 El Reino de Dios será como un banquete de bodas para que asistan todas las personas—no sólo los israelitas.10 El Reino de Dios es como un rey que perdona las deudas de sus siervos y espera que esos siervos luego perdonen las deudas de otros.11 El reino de Dios es como un maestro que dejó a sus siervos a cargo de sus asuntos hasta el día que regresa para ver si han sido fieles a sus deseos.12

En todas estas ilustraciones, Jesús parecía estar diciendo que el reino de Dios sería absolutamente diferente de los reinos terrenales que habían experimentado. Concedido, algunas de estas historias son un poco misteriosas. De hecho, si sientes como que la mayoría de las afirmaciones anteriores no tienen sentido, no estás solo. Muchos de los primeros seguidores de Jesús no entienden lo que él decía, tampoco.

Pero las acciones de Jesús agregan otra capa a sus enseñanzas. Él no sólo habló acerca del reino, él demostró cómo “el reino de Dios está cerca.”13 Sanó a los enfermos, mostró compasión a los marginados, desafió la injusticia de los líderes religiosos e inclusive oró por el perdón de aquellos que lo crucificaron.14 A través de sus acciones, Jesús parecía estar expresando lo que parecía estarse viviendo en el reino de Dios.

Atando Cabos

Después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores comenzaron a comprender más claramente. Jesús estaba mostrándoles una nueva forma de vida en una nueva clase de reino—uno que no era gobernado por un tirano brutal con puño de hierro oprimente, sino por Dios. Este reino restauraría al mundo a la forma en la que debía ser: Personas que viven en paz, justicia y armonía. El reino de Dios traería reconciliación, sanación y entereza.

Por supuesto, algunos no se someterán a este reino. A ninguno de nosotros nos gusta la palabra “someter.” Todos queremos, en nuestra naturaleza humana, ser libres e independientes. Queremos vivir nuestras vidas como sea que elijamos, sin importar las consecuencias. Estamos inseguros de la idea de someternos a las normas de alguien—incluso de Dios.

Pero aquellos que reciben el reino de Dios—primero en sus corazones, después en sus acciones y en última instancia en su lealtad—esperan un día cuando esta realidad espiritual se convierta en una realidad física. Vivir como un ciudadano del reino de Dios viene con una gran promesa. Después de todo, en muchas de sus historias, Jesús se refirió al día en el que regresará a poner este reino en orden.15

Las escrituras cristianas dicen que cuando ese día llegue, la plenitud del reino de Dios sería presentada al mundo: “¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.”16

Hasta entonces, el reino funcionará a su manera en el mundo en parte a través de los seguidores de Jesús. El reino de Dios es doble. Primero es el principio del decreto de Dios y reina hoy en el corazón y las vidas de aquellos que deciden someterse a él. Es también el último decreto y reinado de Dios sobre el mundo cuando él regrese en la persona de Jesús, para redimir la tierra y restaurar la humanidad.17

  1. La palabra “reino” aparece 116 veces en los libros de Mateo, Marcos, Lucas y Juan—la mayoría de las veces de boca de Jesús.
  2. La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) © 1999, Marcos 1:15.
  3. Véase Abraham Lincoln, “Gettysburg Address,”(discurso, dedicatoria al Cementerio Nacional de los Soldados, Gettysburg, PA, 19 de noviembre de 1863). Ver https://www.ushistory.org/documents/gettysburg.htm.
  4. Para más detalles, véase Ian Shaw, The Oxford History of Ancient Egypt (Oxford: Oxford University Press, 2000).
  5. Véase La Santa Biblia, 1 Samuel 8:1–20.
  6. Christopher Shea, “Why Power Corrupts,” Smithsonian Magazine, octubre 2012, http://www.smithsonianmag.com/science-nature/why-power-corrupts-37165345/?no-ist.
  7. Véase N. T. Wright, Simply Jesus: A New Vision of Who He Was, What He Did, and Why It Matters (Nueva York: Harper Collins, 2011), 105–117.
  8. Véase La Santa Biblia, Mateo 13:33.
  9. Ibid., Mateo 13:44–45.
  10. Ibid., Mateo 22:1–14.
  11. Ibid., Mateo 18:23–35.
  12. Ibid., Mateo 25:14–30.
  13. Ibid., Marcos 1:15.
  14. Los libros de Mateo, Marcos, Lucas, y Juan relatan muchas de las acciones de Jesús, que culminaron con su muerte y resurrección.
  15. Véase, por ejemplo, La Santa Biblia, Mateo 25:1–46 y Lucas 12:35–48.
  16. La Santa Biblia, Apocalipsis 21:3–4.
  17. Ibid., Apocalipsis 21:5.
  18. Crédito de Foto: Javier Marquez / Stocksy.com.