Hablar en lenguas es un don espiritual. Pero, ¿es necesario para la salvación?
De los aproximadamente 2 billones de personas en el mundo que se hacen llamar cristianos, más de 500 millones (casi 27 por ciento) son parte de algo llamado el movimiento Carismático o Pentecostal.1 Aunque este movimiento es amplio—tanto geográficamente como teológicamente—un elemento común en ellos es la práctica de “hablar en lenguas.”
Hablar en lenguas es una experiencia mística cuando una persona, inspirada por Dios, habla en un idioma desconocido.
Recuerdo la primera vez que escuché a alguien hablar en lenguas. Crecí en una iglesia en la cual esta práctica nunca era empleada, así que era extraño para mí escuchar eso. No entendía cómo alguien que hablaba un idioma que nadie entiende podría ser útil para mí o para la iglesia. Eso no quiere decir que yo dudaba de la habilidad de Dios para hacer estos milagros en las personas, pero yo tenía muchas preguntas acerca del propósito de esta práctica. Más tarde descubrí que otras personas tenían preguntas similares.
¿Quiénes son estas personas de los movimientos Pentecostal o Carismático que emplean esta inusual práctica? ¿Por qué parece haber tal emoción y controversia rodeándolo? ¿Qué tan importante es hablar en lenguas? ¿Es necesario para la salvación?
Durante más de un siglo, se ha sostenido un debate dentro del cristianismo sobre la cuestión de si las experiencias de hablar en otras lenguas son válidas o necesarias para la salvación. Así que cuando comenzamos a hacer preguntas acerca de este tema, estamos adentrándonos a una conversación mucho más profunda con una historia bastante larga y una gran diversidad de creencias.
La Historia Bíblica
La referencia bíblica más prominente de hablar en otras lenguas se encuentra en el segundo capítulo del libro de los Hechos.2 Hechos relata los inicios de la Iglesia Cristiana inmediatamente después de la muerte de Cristo.
Todos los Apóstoles estaban reunidos para el Pentecostés, una fiesta religiosa judía en Jerusalén, que conmemora la entrega de la ley a Moisés. Llegó un gran número de judíos de todo el mundo para celebrar y dar ofrendas.
“De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos.”3 Entonces, “unas lenguas como de fuego. . . se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos.”4 Inmediatamente, “todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.”5 A pesar de las barreras entre las personas que se reunieron para el Pentecostés, cada persona que percibió a los discípulos hablar, escuchó su propio idioma nativo y pudo entender lo que decían los Apóstoles.
La Historia Contemporánea
La experiencia contemporánea de hablar en lenguas encuentra sus orígenes en el pentecostalismo clásico, que a la vez tiene sus raíces en el Movimiento de Santidad del siglo XIX.
John Wesley (1703-1791), un anglicano británico y fundador del Metodismo, enseñó que los cristianos pueden—y deben—eliminar el pecado de sus vidas. El objetivo de cada seguidor de Jesús era lograr la perfección sin pecado. Wesley creía que este estado de santidad era algo cada cristiano podría alcanzar eventualmente a través de una “segunda obra de gracia,” una experiencia mística que seguía su conversión al cristianismo.6
Hubo un pastor llamado Charles Parham (1873-1929) saliente de este movimiento, quien concluyó que la evidencia primaria para esta segunda obra de gracia era algo llamado el Bautismo del Espíritu Santo. Parham veía esta experiencia a través del relato bíblico en Hechos 2.
Parham comenzó a instruir a los estudiantes en su escuela bíblica en Topeka, Kansas, que este bautismo—que seguía su conversión al cristianismo—siempre era evidenciado por hablar en lenguas. Estudiantes en su escuela bíblica afirmaron haber tenido esta experiencia en 1900.7
Seis años después de este evento, el Renacimiento de la Calle Azusa en Los Ángeles había producido cientos de experiencias similares, atrayendo la atención de todo el mundo. Desde el Renacimiento de la Calle Azusa, estas experiencias y las enseñanzas que les informaron comenzaron a propagarse por todo el mundo.8 Con el tiempo evolucionaron diversas denominaciones que hoy se hacen llamar pentecostales—incluyendo la Iglesia de Dios, las Asambleas de Dios, la Iglesia Cuadrangular y la Iglesia de Santidad Pentecostal.
A principios de la década de 1960, estos fenómenos aparecieron en muchas iglesias que no eran tradicionalmente pentecostales. Muchos antecedentes episcopalianos, reformados, católico-romanos y multidenominacionales comenzaron a experimentar el hablar en lenguas. Lo que surgió de esas experiencias generalmente es llamado el Movimiento Carismático (del término bíblico charismata [carismas], o “Dones del Espíritu Santo”).9 También surgió el movimiento Capilla Calvario durante este tiempo, rápidamente iniciando nuevas iglesias a través de todo el oeste de Estados Unidos en donde estos dones se practicaban libremente.10
Hablar en Lenguas y la Salvación
La Iglesia Cristiana global es muy diversa, y los pentecostales y carismáticos son una parte vital de esa diversidad. Cuando se trata de creencias sobre cuestiones secundarias de la fe—como el hablar en lenguas—los seguidores de Jesús son a menudo más hermanos que mellizos. Es decir, aunque sean de la misma familia del sistema de creencias cristianas, desde luego no tienen creencias idénticas.
La mayoría de los pentecostales y carismáticos cristianos alrededor del mundo son personas de una gran fe personal que defienden la Biblia y siguen a Jesucristo con gran pasión. Estos hombres y mujeres han contribuido fuertemente a la difusión del Evangelio por todo el mundo. Por ejemplo, el evangelismo Pentecostal y Carismático es responsable de muchas de las conversiones al cristianismo que tuvieron lugar en América Latina y África a finales del siglo XX.11
Sin embargo, casi todos los movimientos importantes dentro de la historia de la iglesia cristiana han producido un grupo minoritario de seguidores que defienden las formas extremas de creencias y las prácticas que están fuera de los límites del cristianismo ortodoxo. Definitivamente, el Movimiento Carismático no es una excepción.
Algunos cristianos pentecostales y carismáticos más extremos insisten que el hablar en lenguas es necesario para la salvación. Sin embargo, esta no es una creencia sostenida por la mayoría de los cristianos evangélicos. Además, la gran mayoría de las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre el Espíritu Santo están desprovistas de tales implicaciones.
Aquellos que tienen preguntas acerca de estos temas deben saber que ser un seguidor de Jesús no está condicionado a la creencia o práctica de hablar en lenguas. La mayoría de los cristianos creen que la Biblia es clara en que la fe en la muerte de Jesús por el pecado y su resurrección para ofrecer una nueva vida es todo lo necesario. Uno de los muchos ejemplos de esta enseñanza es el Evangelio de Juan en el Nuevo Testamento: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.”12
El Camino del Amor
El apóstol Pablo escribe que existen muchos dones espirituales; hablar en lenguas es sólo uno de ellos. Y “todo esto [dones espirituales] lo hace un mismo y único Espíritu.”13 Aunque no todos tienen el mismo don espiritual—hablar en lenguas, por ejemplo—todos son igualmente valiosos porque todos vienen del Espíritu Santo.
Lo más importante es lo que Pablo llama “un camino más excelente”—el camino del amor:14
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas pero no tengo amor, nada gano con eso.15
Aunque siempre habrá desacuerdo en cuanto a las acciones particulares del Espíritu Santo, quienes hablan en lenguas y quienes no lo hacen se unen en la misión principal de dar a conocer al mundo el amor de Jesucristo. Como cualquier familia, los cristianos que están separados de la iglesia a veces estarán en desacuerdo sobre algunos asuntos. Sin embargo, la fe y obediencia al amor de Jesús son factores que unifican entre todos los cristianos.