¿Qué tengo que hacer para entrar al Cielo?

¿Qué tengo que hacer para entrar al Cielo?

Yo creo que todos hemos elegido el cielo por el infierno. Pero, ¿qué tenemos que hacer para poder entrar?

Recuerdo cuando mi coach me llevó a un lado aparte después del segundo día de pruebas. “Vamos a pedirte que juegues un año más en el equipo que no viaja”, me dijo. “Tal vez el año que viene”.

Me sentí arruinado. Recuerdo de manera vívida cómo me punzaron esas palabras; las repetí una y otra vez en mi mente durante los meses que siguieron.

En algún momento de nuestras vidas, tal vez todos hemos recibido ese mensaje: “No quedaste seleccionado. No das la medida”. Tal vez fue cuando un novio o novia estaba terminando contigo. Tal vez fue el rechazo de la escuela que soñabas asistir. Tal vez fue cuando te despidieron de un trabajo. Tal vez fue un padre que nunca llegó a estar verdaderamente orgulloso de ti.

Es comprensible que el rechazo provoque cierto dolor. ¿Pero por qué duele tanto? A veces el dolor del rechazo se siente por años e incluso puede -si nosotros lo permitimos- crecer para definir quiénes somos.

¿Por qué el rechazo tiene tanto poder sobre nosotros?

El Temor al Rechazo

Una explicación plausible es que el rechazo corresponde a algo que ya estaba sucediendo dentro de nosotros. Activa una mina personal. Nos recuerda algo doloroso. Toca una herida antigua, no totalmente sana todavía.

Pensemos en un hombre que no declara todos sus impuestos y vive con el temor de ser atrapado. Siempre que escucha un golpe inesperado en la puerta, se le acelera el corazón. Es más que un golpe; es un mensaje. ¡Te atraparon! ¡Fuiste descubierto! El golpe en la puerta gatilla una reacción potente, no por lo que es sino por lo que está sucediendo dentro de este hombre.

La Biblia, aunque no lo creas, tiene una visión bastante similar de la sicología humana. Afirma que los seres humanos fueron originalmente hechos perfectos y que luego sucedió algo terrible dentro de nosotros. En la historia que cuenta, los primeros seres humanos iban sin ropa sin sentir vergüenza. Imagíneselo: ¡total vulnerabilidad sin ningún temor al rechazo!

Pero entonces los humanos eligieron desobedecer a Dios y hacer lo que les pareciera. Y cuando ellos eligieron eso, todo cambió: “En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera.”1

Según la Biblia, los seres humanos viven el vacío y la ansiedad de saber si dan la medida porque todos sabemos, en nuestro interior, que no damos la medida. Tenemos conciencias que nos dicen que no cumplimos el estándar de Dios. En consecuencia, vivimos bajo la aplastante carga de la culpa y su inevitable compañera, la vergüenza.

Tenemos una mina personal dentro, esperando detonarse.

“Suficientemente Bueno” para el Cielo

Gran cantidad de la actividad en el mundo parece estar motivada por este temor de no dar la medida. Vivimos en una cultura de rendimiento, amenaza, ansiedad, competencia: una cultura de ley. La gente se preocupa de sus carreras, de sus relaciones, de sus resumes y de cualquier cosa que los rodea para responder a esta pregunta profunda y atemorizante: ¿Soy suficientemente bueno?

La mayoría de las religiones en el mundo -así como cualquier reacción secular en contra de la religión- se reduce en cierta medida a algún tipo de respuesta a esta pregunta. Cuando se trata de entrar al cielo, tendemos a pensar en estos mismos términos. Y es por eso que Jesús es una noticia tan buena.

Anti Práctica Religiosa

Una de las cosas más impactantes acerca de Jesús es que la gente religiosa practicante lo odiaba. De hecho, a la larga abogaron por su crucifixión. Por el contrario, la gente común, "pecadora" como prostitutas y ladrones lo seguían en multitudes. ¿Por qué?

En una conversación fascinante, el respetado establecimiento religioso de la época preguntó a Jesús: “¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige?”2 O, como diríamos nosotros: ¿Cuándo somos suficientemente buenos? ¿Cómo podemos dar la medida?

Jesús respondió: ‘Ésta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien él envió’”.3

¿En serio?, podrían estar pensando ustedes. ¿Eso es todo? ¿Solo creer?

Se trata de una declaración asombrosa. A diferencia de otras religiones y filosofías, Jesús no dice "hagan eso" o "sepan esto". Él dice, en esencia: "No pueden hacer suficiente, así que yo lo haré por ustedes. Solo crean en mí”.

Jesucristo vino al mundo no como la más alta expresión de la práctica religiosa humana, sino como la alternativa a la práctica religiosa humana. En el entendimiento cristiano, Jesús no solo fue un maestro sobre Dios. Él es Dios. No solo nos mostró el camino al cielo. Él es el camino al cielo.

Esto significa que Jesús es el antídoto a la cultura de la ley en que funciona nuestro mundo. Él es el final de todos los esfuerzos para ser suficiente, todos los esfuerzos de auto validación y de pretensiones de superioridad. Él es gracia. Él es libertad. Él es el anti-religión.

El Don de la Gracia

Bono, el vocalista de la banda U2, expresó esta verdad de una manera bella:

[Gracia es] mi palabra favorita del vocabulario del idioma inglés. Es una palabra de la que yo dependo. El universo opera por Karma, todos lo sabemos. Por cada acción hay otra igual y opuesta. Hay algo de expiación incorporada: ojo por ojo, diente por diente. Entonces llega la Gracia y pone ese orden de cabeza (...) El ministerio de Cristo en realidad tiene mucho que ver con señalar que todo el mundo es un desastre de cierto perfil o forma; no hay cómo evitarlo. Pero luego Él vino y dijo: Bueno, voy a lidiar con esos pecados por ustedes. Voy a hacerme cargo de todas las consecuencias del pecado. Incluso si usted no es religioso, creo que usted aceptará que hay consecuencias para todos los errores que cometemos. Así la Gracia entra en escena para decir: Asumo la culpa, llevaré la cruz. Es una idea portentosa. La Gracia interrumpe al Karma.4

Según el cristianismo, lo mejor en toda realidad es gratis. El mundo puede operar según una cultura de ley, pero el cielo opera según una cultura de gracia. Es posible que tengas que trabajar por gran cantidad de cosas, pero si quieres a Dios, los cristianos estiman que es así de simple: Confía en Cristo. Entrégate a él. Construye tu vida y tu identidad en él, no en tus propios logros.

Él no solo vino a mostrarnos el camino. Él es el camino.