Existen dos historias de origen moderno: Abiogénesis y Génesis. ¿Cuál es la correcta?
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Todas las principales sociedades de todos los tiempos en la historia han tenido su propia crónica sobre sus orígenes. Por ejemplo, los grupos humanos que habitan el Ártico, los Inuit, atribuyen su existencia a un cuervo. Los antiguos pueblos germánicos de Escandinavia creían que su creador —Ymir— surgido del hielo y el fuego, fue alimentado por una vaca y finalmente dio origen a la raza humana.
Esos son sólo dos ejemplos. Pero independientemente de los detalles, estas historias de origen siempre se esfuerzan por responder a las preguntas innatas de la gente: ¿De dónde venimos? ¿Cuál es nuestro destino? ¿Cuál es nuestro propósito?
Dos teorías ampliamente sostenidas en el mundo actual son la abiogénesis y la historia del Génesis. La primera afirma que la vida surgió por la naturaleza sin orientación divina alguna; la segunda implica a un Creador sobrenatural.
Abiogénesis
La abiogénesis es a veces llamada “evolución química” porque trata de explicar cómo materia inerte (“abio") dio lugar a la vida (“génesis”).
La abiogénesis fue agregada a la lista de las historias de origen hace más de cien años cuando Charles Darwin primero especuló que la vida pudo originarse en “alguna pequeña charca tibia, con todo tipo de sales amoniacales y fosfóricas, luz, calor, electricidad presentes, para que un compuesto de proteína se formara químicamente listo para sufrir cambios aún más complejos.”1
Muchos resumen la abiogénesis —junto con su gemelo más famoso, la macroevolución Darwiniana— en una forma un tanto despectiva pero memorable: “From the goo to you by way of the zoo!”2 Vamos a usar esta frase para ayudarnos a entender lo que se entiende por “abiogénesis.”
El “goo” se refiere al “caldo primitivo” o la “pequeña charca tibia” donde se dice que lo inerte dio luz a la vida. “You” es representativo de la forma más avanzada de vida que surgió del proceso de mutaciones genéticas y la selección natural. El “zoo” es la mezcla de criaturas —bacterias, peces, lémures, monos, etc. — que yacen entre el caldo primitivo y tú.
Echemos un vistazo más de cerca a la parte frontal de esta formulación —el caldo, si gustas.
El Caldo Primitivo
El auge de la hipótesis del caldo primitivo ocurrió hace casi un siglo. El científico británico, J. B. S. Haldane y científico ruso A. I. Oparin, fueron los primeros en intentar insuflar vida —valga la redundancia— en el concepto de Darwin de una pequeña charca tibia. Oparin y Haldane teorizaron que la primera atmósfera de la tierra tenía un conjunto de químicos que, cuando se disolvían en agua y eran energizados por rayos, pudieron haber producido las primeras células vivientes.3
La hipótesis Haldane–Oparin permaneció sin ser probada hasta el trabajo del estudiante americano graduado Stanley L. Miller y su director de tesis doctoral, Harold C. Urey. En 1953, los dos descargaron una chispa eléctrica en una mezcla de gases para replicar la primera atmósfera de la tierra, y el experimento produjo algunos de los primeros componentes básicos de vida. Esto fue considerado un punto de referencia en el desarrollo de la historia del origen de la abiogénesis, y aún es citado en muchos libros de texto.
Sin embargo, como ahora sabemos, hubo un problema grande con el experimento de Miller–Urey. Los gases utilizados para simular la atmósfera de la tierra temprana reducían otros gases —es decir, carecían de oxígeno, el cual tiende a descomponer las moléculas orgánicas necesarias para construir vida.4
Esto puede no parecer un problema. Pero en la década de 1960 una serie de geofísicos y científicos de la Tierra concluyeron que la atmósfera de la tierra temprana se había originado de volcanes y que contenía vapor de agua5 ¿Por qué importa esto? El vapor de agua contiene oxígeno y por lo tanto habría sido fatal para la síntesis orgánica en el caldo primitivo6 Por la década de 1980, los geólogos incluso encontraron evidencia de oxígeno en rocas de hacía 3.7 billones de años.7
Todo esto significa que el experimento de Miller–Urey interpretó equivocadamente la atmósfera de la tierra primitiva. Además, los compuestos que produjo el experimento se quedaron cortos para lo que se requería incluso para las formas de vida más simples.8 Por estas razones, el experimento no puede utilizarse como evidencia de la abiogénesis.
Panspermia Dirigida
Para no desanimarse, los defensores de la abiogénesis comenzaron a ver otras posibilidades. Francis Crick, conocido por ganar el premio Nobel por su descubrimiento del ADN, de que el mecanismo molecular de la célula viviente más simple era demasiado complejo para ser el trabajo de los procesos aleatorios, por lo que en 1973 Crick y el químico británico Leslie Orgel propusieron la teoría de la panspermia dirigida.
La panspermia dirigida es una teoría que sugiere que “la vida pudo ser distribuida en el Universo, en la Tierra por una avanzada civilización extraterrestre.”9 Es decir, la vida fue introducida a la tierra desde un planeta de otra galaxia.
Sin embargo, la panspermia ya no es considerada como una explicación seria para el comienzo de la vida, debido a la imposibilidad virtual de transporte interestelar de la vida.10 Además, la teoría carece de poder explicativo. La panspermia falla en resolver el problema de origen; propone sólo que la vida de alguna manera tuvo su origen en otro lugar.
El mismo Francis Crick admitió la dificultad de definir científicamente el origen de la vida: “Un hombre honesto, armado con todo el conocimiento disponible para nosotros hoy, sólo podría indicar que en algún sentido, el origen de la vida aparece en el momento de ser casi un milagro, por lo que son muchas las condiciones que tendrían que haber sido satisfechas para echarlo a andar.”11
El Tornado en el Depósito de Chatarra (La Falacia de Hoyle)
En 1981, Sir Fred Hoyle y Chandra Wickramasinghe escribieron “La Evolución de la Vida desde el Espacio Exterior” (Evolution from Space).12 En una sección del libro frecuentemente citada, calculan las probabilidades de que el conjunto de las enzimas necesarias incluso para la más simple de las células vivas, podría unirse por pura casualidad. Su último número fue 1040,000 (es decir, 10 seguido de 40,000 ceros).
Para poner este número alucinante en perspectiva, se estima que el número de átomos en el universo entero es de 1080 (o 10 seguido por 80 ceros). Hoyle hizo una ilustración aún más extravagante sobre estas probabilidades. Comparó la probabilidad de la aparición aleatoria incluso de la célula más simple a la probabilidad de “un tornado arrasando a través de un depósito de chatarra que pudiera ensamblar un Boeing 747 utilizando lo contenido allí.”13
Hoyle era ateo pero creía que una fuerza impersonal de vida había plantado la tierra con las semillas de la vida desde el espacio —una forma de panspermia de la Nueva Era.14 En definitiva, una especie de un diseñador inteligente impersonal estuvo involucrado en la creación de la vida en la tierra.
Fallando la Prueba de Tour
La evolución química —abiogénesis— es reconocida como distinta de la evolución biológica porque esta última depende de la existencia de la vida antes de mutaciones al azar y selección natural puedan dar lugar a la diversidad de la vida que vemos. Por otro lado, las sustancias químicas no se reproducen o sufren mutación, ni compiten por la supervivencia. Como tal, quizás son químicos y no sólo biólogos, los que deben sopesar el tema sobre si la evolución química sucedió naturalmente o no.
Se dice que James Tour, un profesor de química en la Universidad de Rice, es uno de los diez químicos más citados en el mundo. Confesando sus dudas sobre la macroevolución, Tour describe el origen del problema de la vida como “incluso más científicamente misterioso que la evolución.”15
El Dr. Tour ha ofrecido un reto a sus colegas científicos. Él ofrece un almuerzo gratis a cualquier científico que pueda sentarse con él y explicar el proceso de la macroevolución a detalle:
Simplemente no entiendo, desde un punto de vista químico, cómo la macroevolución pudo haber sido posible […] Cuando yo […] pido clarificación a los que apoyan la macroevolución, se ponen nerviosos en público y confesos en privado, de manera que también confiesan que de hecho ellos tampoco entienden. Bien, esto es todo lo que estoy diciendo: No lo entiendo. Pero lo digo públicamente, y no en privado. ¿Alguien entiende los detalles químicos detrás de la macroevolución? Si es así, me gustaría sentarme con esa persona y ser instruido, así que les invito a reunirse conmigo. El almuerzo irá por mi cuenta. Hasta entonces, sostendré que ningún químico comprende, por lo tanto estamos colectivamente desconcertados. Y ni siquiera estoy hablando de cuestiones del origen de la vida. Para mí, eso es aún más científicamente misterioso que la evolución […] Los científicos actuales que exponen sus pensamientos sobre esto se vuelven muy tímidos cuando hablan conmigo en privado. Simplemente no puedo entender la fuente de su confianza cuando tratan sus posturas en público.16
Hasta ahora nadie ha aceptado la oferta de Tour para el almuerzo.
¿El Huevo (ARN) o la Gallina (ADN)?
Cualquier intento por tomar el desafío de Tour tendrá que lidiar con una gran variedad de enigmas. Esto incluye explicar los orígenes naturalistas del ácido desoxirribonucleico (ADN), que contiene las instrucciones de los códigos utilizados en el desarrollo y el funcionamiento de todos los organismos vivos —y el ácido ribonucleico (ARN) — que lleva las instrucciones del ADN para la síntesis de proteínas.
La situación es similar a la vieja pregunta de, ¿Qué vino primero —el huevo o la gallina? Igual que la gallina se necesita para hacer el huevo y viceversa, el ADN es necesario en el complejo proceso biológico de la formación de RNA y viceversa.
Si una representación de la abiogénesis es pasar la prueba de Tour, debe entonces explicar un proceso no dirigido, puramente natural de conseguir el ADN del ARN, o viceversa. Habiendo desistido a la primera teoría del ADN, los defensores de la abiogénesis están trabajando actualmente para mostrar cómo el ARN podría haberse desarrollado naturalmente y dado lugar al ADN. Entre los investigadores del origen de la vida, esto se conoce como la hipótesis del mundo del ARN. (Decir que las moléculas de ADN y el ARN aparecieron simultáneamente sería esencialmente invocar un milagro.)
Al leer los especulativos saltos que se requieren para un origen naturalista del ADN (con o sin la primera hipótesis del ARN), me recuerda a un chiste sobre dos economistas caminando por un oscuro cementerio durante la noche. Caen en un hoyo recién cavado para un próximo entierro. Después de tratar desesperadamente de escalar las paredes verticales, se sientan desalentados en el hoyo oscuro. Finalmente, uno dice con entusiasmo al otro, “¡Tengo una solución! Supongamos que tenemos una escalera. . .”
Lamentablemente, el camino hacia el mundo de ARN es una colección de supuestas escaleras.17
Creando Vida en el Laboratorio: ¿Pruebas a Favor o en Contra del Diseño Inteligente?
¿La “creación” de vida en el laboratorio argumenta a favor o en contra de la abiogénesis?
Si la vida se define como un organismo que deriva energía de su entorno y puede replicarse a sí mismo, entonces la vida puede ser creada en un laboratorio más que de un organismo de los padres. Aunque la mayor parte del debate sobre las formas de vida artificiales y diseñadores tiene que ver con terribles prospectos de nuevas armas biológicas o de consecuencias imprevistas de “jugar a ser Dios,” el desarrollo de nuevas formas de vida en el laboratorio también plantea la cuestión: Si podemos crear vida artificial en un laboratorio, ¿por qué insistir en un origen sobrenatural?
Como el bioquímico Fazale Rana lo indica, las formas de vida artificiales que podemos desarrollar en la actualidad en los laboratorios realmente subrayan más la necesidad de un diseñador inteligente que proporcionar pruebas de la abiogénesis.18 ¿Cómo es eso?
Rana se refiere al proceso increíblemente complicado y preciso en el cual dependen todos los estudios de laboratorio del origen de la vida. Los científicos deben configurar el aparato perfectamente para contener la reacción química específica que quieren estudiar; agregar los químicos cuidadosamente medidos en un orden específico; ajustar la temperatura; controlar la composición de los espacios vacíos por encima de la reacción; regular el pH de la reacción; e incluso, como con los experimentos de Miller-Urey originales en la década de 1950, retirar compuestos que podrían inhibir la formación de la reacción deseada.19
Este uso de la tecnología y conocimientos se asemeja más al diseño inteligente que lo que podríamos esperar de la colisión aleatoria de las fuerzas en el mundo natural. “Aunque estos experimentos están diseñados para validar una explicación naturalista para el origen de la vida, terminan demostrando la necesidad de agentes inteligentes en la creación de materia inanimada,” concluye Rana20
La Historia del Génesis: Agentes Supernaturales
Es precisamente esta necesidad de agentes inteligentes la que aborda la historia de origen del Génesis. Se encuentra en la Biblia, la historia de Génesis se centra en un creador sobrenatural —Dios. Aunque hay diferentes puntos de vista respecto a los detalles de la creación, todos los que apoyan la historia de origen del Génesis, creen que Dios creó al mundo y toda la vida en él.
Aunque fue escrito para un grupo de hombres de la tribu nómada en lugar de un diario de la ciencia moderna, el Génesis obtiene la secuencia de las formas de vida creadas correctamente —i.e., es consistente con el registro fósil— al igual que utiliza las imágenes poéticas inteligibles tanto para las culturas primitivas como para los lectores modernos.
En la actualidad, los cosmólogos concuerdan con que el Big Bang fue el comienzo de todo espacio, tiempo, energía y materia. La teoría del Big Bang no plantea oposición real alguna del mensaje de la historia del Génesis. De hecho, muchos científicos prominentes han concluido que el Big Bang es evidencia del papel de lo sobrenatural en la creación de nuestro mundo natural.21
El caso científico para un origen sobrenatural del universo puede ser resumido como sigue: La cosmología del Big Bang apunta a un comienzo repentino del universo hace 13.7 billones de años. Puesto que el mundo natural se compone de toda materia, energía, espacio y tiempo —y puesto que todo lo que comienza a existir debe tener una causa fuera de sí mismo— el universo debía tener un principio sobrenatural.
Es decir, toda materia, energía, espacio y tiempo pudieron no haber sido creados por materia, energía, espacio y tiempo —tuvo que haber habido una fuerza externa. Este principio sobrenatural tuvo que haber estado fuera del tiempo (eterna) y, basado en el exquisito ajuste fino de las constantes de la física y el diseño del universo, en su mayoría probablemente debía ser todopoderoso y omnisciente. El Dios Creador en Génesis se ajusta a esta descripción.
La Plausibilidad debe ser Considerada
Si la cosmología moderna apunta hacia un principio sobrenatural en el universo, y si la ciencia moderna hasta el momento es incapaz de apoyar las explicaciones naturalistas para los principios de la vida, ¿acaso la historia del Génesis no parece por lo menos tan plausible como lo es la abiogénesis?
Como lo señalamos al comienzo de este artículo, historias del origen a lo largo de la historia arrojan luz sobre nuestras preguntas innatas sobre el propósito y el significado de la vida. Cada uno de nosotros debe decidir si, basado en nuestros conocimientos actuales, rastreamos nuestra ascendencia al “caldo primitivo” o a lo sublimidad bíblica.