Jesús es la figura central dentro del cristianismo. ¿Qué dice la Biblia acerca de él?
Haz clic aquí para descargar una copia de este artículo.
Los puntos de vista sobre la relación entre la ciencia y la fe se agrupan en torno a tres escuelas básicas de pensamiento. En primer lugar, la ciencia y la fe se perciben como en conflicto uno con el otro. Este es uno de los principios del Nuevo Ateísmo y también es prevalente en algunos grupos religiosos fundamentalistas. En segundo lugar, se cree que la ciencia y la fe pertenecen a diferentes dominios de la experiencia humana y la investigación. Por lo tanto son capaces de coexistir pacíficamente—mientras permanezcan separados uno del otro. Un ejemplo prominente de este punto de vista sería lo qué el biólogo evolucionista Stephen Jay Gould llamó magisterios que no coexisten (non-overlapping magisteria, NOMA, por sus siglas en inglés).1 El tercer campo es el más diverso y posiblemente el más interesante. Si la ciencia y la fe no son 1) enemigos en guerra uno contra el otro, o 2) extraños ignorándose uno al otro, entonces la alternativa lógica es que 3) son una especie de amigos ayudándose mutuamente.2
Una variación de este tercer punto de vista es más cercano a la perspectiva cristiana de la relación entre la ciencia y la fe. Este punto de vista cristiano difiere del NOMA; dentro de la Biblia, no hay un sólo rincón de la realidad que se pueda separar cuidadosamente de todos los demás. La ciencia y la fe tendrán puntos necesarios de coexistencia, porque ambas buscan la verdad y la verdad es una.
Por lo tanto la Biblia rutinariamente hace afirmaciones sobre asuntos de fe—como la existencia y naturaleza de Dios—sobre la base del mundo natural: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos.”3 “Cualidades invisibles de Dios. . . se hacen claramente visibles, quedando entendidas de lo que se ha creado.”
El punto de vista cristiano también contrasta con modelos de conflicto de la ciencia y la fe. En el pensamiento cristiano, todas las búsquedas de conocimiento—incluyendo la búsqueda del conocimiento sobre el mundo natural (lo que hoy en día llamamos ciencia4)—son importantes y nobles empresas.5 Pero cristianos enfatizan que el conocimiento científico dentro y fuera de él es valor neutral. Por ejemplo, la ciencia puede utilizarse para diseñar bombas tan fácilmente como para desactivarlas; para diseminar enfermedades, como para curarlas.
En el pensamiento cristiano, el conocimiento siempre se rige por una mayor cosmovisión o filosofía o fe, ya sea de la variedad religiosa o no.6 Por lo tanto, el cristianismo afirma así una relación armoniosa entre la ciencia y la fe, en la que cierta clase de prioridad está reservada para la fe.
El Valor del Conocimiento
La narrativa de la creación de la Biblia afirma repetidamente la bondad de todo lo que Dios ha hecho, y el Nuevo Testamento retrata la obra creadora de Dios como extendiéndose hacia lo visible y lo invisible.7 Históricamente, muchas religiones valoraron más la mente que la materia, o la materia más que la mente. La cosmovisión bíblica es relativamente única en cuanto a su desvergonzada afirmación sobre la bondad de la mente y la materia, tanto racional como material. Por lo tanto a donde sea que los cristianos hayan ido, han fundado escuelas y hospitales.8
Dado este fundamento, no es de extrañar que muchos de los creadores de la ciencia moderna sean cristianos.9 A diferencia de algunos científicos contemporáneos más destacados, los pioneros no temían que la creencia en un Dios más allá de la naturaleza dificultaría sus observaciones sobre la misma. Más bien, sus convicciones religiosas aterrizaron y alentaron sus búsquedas científicas, dándoles una especie de estabilidad en la cual pudieran realizar experimentos científicos. Después de todo, si un Dios racional ha creado un universo racional, lo que sigue es que otros seres racionales pueden descubrir su racionalidad.
Johann Kepler es famoso por afirmar que la ciencia está pensando las ideas de Dios después de él. Esta declaración podría ser ampliada en una especie de manifiesto para el punto de vista cristiano sobre toda la actividad racional y la búsqueda intelectual. Si existe un Dios racional, entonces cuando los seres humanos consideran una idea (es decir el número 11, o un triángulo o la noción de justicia), no están evocando algo de su propia construcción mental, más bien tropezando con algo sólido y real que les precede eternamente en la mente de Dios.
Por lo tanto, para el cristiano, el pensamiento y el descubrimiento intelectual son intrínsecamente valiosos, no sólo instrumentalmente valiosos. Ver la verdad—de lo que sea—es como examinar las huellas de Dios o entrar en una habitación que dejó hace unos instantes. El teísmo abastece toda búsqueda intelectual con optimismo, significado y contexto. Como lo expresa C. S. Lewis, “la sed fue hecha para el agua; la investigación para la verdad.”10
Según la Biblia, los seres humanos son creados a imagen de Dios, lo cual incluye una capacidad de curiosidad, razonamiento y aprendizaje, entre otras cosas.11 Cuando el rey Salomón le pidió sabiduría a Dios, Dios estaba complacido y le otorgó el entendimiento de los árboles y animales—el mundo natural—entre otras cosas.12 La Biblia da gran valor a la adquisición de conocimiento y comprensión: “Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia. Porque ella es de más provecho que la plata y rinde más ganancias que el oro.”13
Sin embargo, aún y cuando la Biblia afirma la vida de la mente, también advierte contra el intelectualismo y cualquier intento de descubrir el significado último de la vida mediante el acopio de conocimiento acumulado. El rey Solomón, que mencionamos anteriormente, se considera el autor del libro bíblico de Proverbios, que elogia el valor de la sabiduría. Sin embargo, también se considera haber escrito un libro llamado Eclesiastés, que advierte que, por sí mismo, la sabiduría no es remedio a la futilidad de la vida en un mundo caído y la certeza de la muerte. Considera estos versículos:
- “Me puse a reflexionar: 'Aquí me tienen, engrandecido y con más sabiduría que todos mis antecesores en Jerusalén, y habiendo experimentado abundante sabiduría y conocimiento. Me he dedicado de lleno a la comprensión de la sabiduría, y hasta conozco la necedad y la insensatez. ¡Pero aun esto es querer alcanzar el viento! Francamente, mientras más sabiduría, más problemas; mientras más se sabe, más se sufre.’”—Eclesiastés 1:16–18
- “Pues nadie se acuerda jamás del sabio ni del necio; con el paso del tiempo todo cae en el olvido, y lo mismo mueren los sabios que los necios.”—Eclesiastés 2:16
- “Además de ellas, hijo mío, ten presente que el hacer muchos libros es algo interminable y que el mucho leer causa fatiga.”—Eclesiastés 12:12
Entonces, para los cristianos, el conocimiento tiene gran valor, pero no es lo más importante de la vida, o la respuesta definitiva a los acertijos finales de la vida. Sin embargo, en la ciencia, el conocimiento es clave.
¿Ha Sustituido la Ciencia a Dios?
Al final de su fascinante libro “Historia del tiempo: Del Big Bang a los Agujeros Negros,” después de esbozar la búsqueda de una gran teoría unificada que explica el universo entero, Stephen Hawking dice:
Incluso si hay solamente una teoría unificada posible, es sólo un conjunto de reglas y ecuaciones. ¿Qué es lo que respira fuego en las ecuaciones y crea un universo para que ellos lo describan? El enfoque habitual de la ciencia de construir un modelo matemático no puede responder a las preguntas de por qué debe haber un universo para el modelo a describir. ¿Por qué el universo se molesta en existir?14
Muchas personas en la cultura contemporánea han llegado a pensar que entre más avanza la ciencia en la explicación del universo, hay menor necesidad de un Dios. Carl Sagan dijo una vez, “A medida que avanza la ciencia, parece que hay cada vez menos que hacer para Dios. . . . Lo que sea que no podamos explicar últimamente es atribuido a Dios. . . . Entonces, después de un rato, lo explicamos y ya no es el reino de Dios.”15
Pero la declaración de Hawking expone la superficialidad de esta perspectiva: Incluso si pudiéramos comprender exhaustivamente todo lo que sucede en el universo físico, aún tendríamos que enfrentar las cuestiones filosóficas más importantes. En primer lugar, ¿por qué hay un universo? ¿Qué forma sus leyes y, les da consistencia?
Desde el punto de vista cristiano, debido a que la ciencia estudia el universo natural, y la comprensión bíblica de Dios lo sitúa fuera del universo natural, los avances de la ciencia nunca desplazarán a Dios. Por el contrario, el avance científico hace la posibilidad de Dios más intrigante y más urgente. Mayor conocimiento acerca de cómo trabaja el universo nos lleva a preguntarnos por qué funciona de esa manera—y por qué está aquí, ante todo. Esperar avances científicos para desplazar la necesidad de un creador es como lograr dos tercios del camino a través de Hamlet y esperar que el final de la representación desplace la necesidad de Shakespeare.
¿Qué tan Antiguo es el Universo?
Una razón por la cual la gente a menudo percibe que la ciencia está en desacuerdo con la fe es la común idea equivocada de que la Biblia enseña que el universo tiene tan sólo unos pocos miles de años. En realidad, la Biblia no hace ninguna afirmación sobre la edad del universo, y los cristianos más reflexivos no tienen ninguna dificultad en aceptar la evidencia científica de que el universo es mucho más mayor.16
La evidencia de una tierra más antigua no se limita a la datación radiométrica. A donde sea que volteemos encontramos evidencia de una tierra antigua y un universo incluso más viejo. La misma luz que vemos de muchas de las estrellas en nuestro cielo proviene de millones de años luz de distancia y, utilizando potentes telescopios, podemos ver la luz de galaxias que están a miles de millones de años luz de distancia.
No hay nada en la Biblia que contradiga estos datos. Cuando nos acercamos a un pasaje de la Biblia—digamos, Génesis 1—con una pregunta contemporánea, es fácil sobrepasar el significado del texto, o aplicarlo a cuestiones que nunca se pensó abordar o imponer categorías posteriores de pensamiento dentro del mismo, que serían ajenos al escritor original y a los lectores. El relato de la creación de Génesis 1 no es un informe técnico, científico escrito para resolver debates de origen moderno. Por el contrario, el relato de la creación fue escrito—en parte y porciones de las historias que le siguen—a la primera y segunda generación de israelitas que iban a entrar en la tierra de Canaán con el fin de explicarles su identidad como pueblo del pacto del Dios de todo el mundo. El punto principal es: “¿Conoces al Dios que te condujo fuera de Egipto y te dio su ley? Bueno, no es ninguna deidad tribal. Él es el Dios creador de todo el mundo.” Para lograr este punto, el autor del texto emplea un dispositivo literario (o marco) en el que compara el trabajo creativo de Dios con una semana de trabajo humano.17
Creer en la veracidad de las Escrituras no es equivalente a creer que los días de Génesis 1 son períodos de 24 horas, o incluso que son secuenciales—no más que creer en la veracidad del Salmo 104:5 equivale a creer en el geo-centrismo. Nosotros debemos interpretar la Biblia según su significado original previsto.
Evolución
Uno de los puntos centrales del debate relativo a la ciencia y a la fe es la cuestión de los orígenes humanos. Sin embargo, la antítesis común entre los términos puede ser engañosa. “Creación” y “evolución” no son teorías de los orígenes paralelos, mutuamente excluyentes. De hecho, casi todos los que abogan por el diseño inteligente (ID, por sus siglas en inglés)—desde el fundamentalista que golpea la Biblia hasta un científico consumado como Francis Collins—reconoce que la evolución es un mecanismo de la creación. Algunos creen que la evolución puede explicar casi todo; otros creen que explica muy poco; y un buen número, como yo, se queda en algún punto intermedio.
En nuestro entorno, sin embargo, la palabra “evolución” a menudo se utiliza para referirse no sólo a un proceso biológico, sino a una concepción filosófica que abarca todo lo que puede ser explicado por mutación al azar y selección natural. En este sentido, “evolución” es de hecho una alternativa a la creación, porque define todo el proceso como aleatorio y sin supervisión. De hecho, en 1996, la Asociación Nacional de Profesores de Biología define evolución como un “proceso sin supervisión, impersonal, impredecible y natural.”18
Aunque básicamente todos los teístas aceptamos la noción de la evolución como cambio con el tiempo, ningún teísta reflexivo puede aceptar esta definición más técnica de la evolución, porque no cree que la historia de la vida es un proceso “sin supervisión.” En este punto de vista, podemos ver que la última división no es entre la creación y la evolución en sí, sino entre las teorías teleológicas de los orígenes (que puede asignar una función mayor o menor a la evolución) y las teorías de los orígenes por casualidad. La verdadera división es filosófica, no mecánica. La fe cristiana no está en oposición con la idea de que las especies se adaptan con el tiempo. Pero afirma que, cualquier proceso que Dios haya empleado para las cosas distintas, todas son creadas por la decidida intención de Dios. La Biblia es pro-ciencia, pero sí se opone al naturalismo filosófico implícito en gran parte del pensamiento científico occidental contemporáneo.19
Diferentes cristianos concuerdan en diferentes áreas del espectro de “¿Cuánto puede explicar la evolución?” Personalmente, me resulta imposible comprender cómo causas naturalistas podrían explicar, digamos, la primera célula. Cuando se trata de suponer más a fondo que el amor, la razón, y mis piezas favoritas de literatura surgieron básicamente mediante una vía de aleatoriedad y casualidad, estoy completamente envuelto de incredulidad. Sin embargo, esta visión es la conclusión lógica del paradigma reinante entre la mayor parte de la comunidad científica actual.
Diseño Inteligente
De hecho, a menudo se afirma que el diseño inteligente no es realmente ciencia en absoluto, sino que es creacionismo disfrazado. Pero el ID es no solamente ciencia si la ciencia se limita a lo que tiene relación causal naturalista, aleatoria. Pero esto es una definición más restrictiva de la ciencia que no se basa en observaciones empíricas del mundo. Esta no es la definición de la ciencia bajo la cual Newton o Kepler o Einstein trabajaron, ni está claro qué causas inteligentes deben estar fuera para que algo pueda ser estudiado científicamente.
Los opositores del ID a menudo afirman que no existe un verdadero debate entre los científicos acerca de la evolución; afirman que el ID es “pseudociencia” que ningún científico creíble toma en serio. Pero esto es simplemente incorrecto. Hay un número cada vez mayor en la comunidad científica con fuertes credenciales académicas que cuestionan si la evolución naturalista puede explicar todos los hechos—Michael Behe, Stephen Meyer, Jonathan Wells y David Berlinski, por nombrar unos pocos. Simplemente, no existe un debate si rechazas un lado como inexistente. Aunque puede ser un debate desigual, afirmar que no hay alguno es simplemente falso.
Debería alentarse un fuerte debate entre los partidarios del movimiento del diseño inteligente y los defensores del naturalismo filosófico. Si la verdad es realmente tan obvia como algunas voces lo afirman, entonces el debate debe resolverlo de manera bastante clara. Pero etiquetar un lado como “pseudociencia” parece más bien reforzar las divisiones que engendra el entendimiento mutuo. Ya sea que el ID esté bien o mal, se debe dar a la gente todos los hechos, escuchar todos los argumentos, sentirse libres para hacer cualquier pregunta y seguir la evidencia a donde sea que lleguen. Esta es la esencia de la libre investigación académica. Las posibles implicaciones filosóficas o religiosas de un punto de vista no deberían impedir cualquier hallazgo.
Por ejemplo, toma el génesis de la primera célula, o la diversificación repentina en el registro fósil conocida como la Explosión Cámbrica. Los científicos no están de acuerdo en cuanto a cómo uno explica estos fenómenos. Frente a esta incertidumbre, ¿por qué no habríamos de considerar todas las posibilidades, independientemente de sus posibles implicaciones? ¿Acaso no están una mente abierta y una voluntad de cuestionar el estatus quo en el corazón del espíritu de la verdadera ciencia? ¿No es esto lo que permitió a Darwin hacer lo que hizo en primer lugar?
Adán y Eva
Pero, ¿qué pasa con la enseñanza de la Biblia sobre Adán y Eva? Algunos cristianos creen en un Adán y Eva literalmente viviendo en un jardín del Edén. Otros leen la Biblia en sentido figurado y creen que Adán y Eva no eran personas reales. Hay varias razones, sin embargo, para tomar muy seriamente el relato del Génesis de Adán y Eva.
En primer lugar, mientras que Génesis 1:1–2:3 es casi poético, Génesis 2:4 y lo que sigue es un relato del mismo género del resto del libro del Génesis y gran parte del Pentateuco.20 Claramente pretendía ser tan histórico como fue el relato de Abraham en Génesis 12. Por otra parte, el Apóstol Pablo puso gran énfasis en Adán como una figura paralela a Cristo en su teología.21 Si no existía un Adán, gran parte de su argumento en estos capítulos se desbarataría, del mismo modo que lo haría si Cristo no fuera una figura histórica. Además, si abandonamos al Adán y Eva históricos, nos enfrentaremos a algunas preguntas teológicas bastante espinosas: ¿En qué momento se desarrolló el alma—si es que lo hizo? ¿Cuando entró el mal a la raza humana y con ello la muerte humana?
Por otra parte, creer en Adán y Eva como individuos históricos no necesariamente contradice todas las formas de evolución. Un número creciente de cristianos está promoviendo varios relatos de cómo podría caber la creación de Adán y Eva junto con la existencia de otros homínidos.22 Mientras tanto, el gran valor del relato de Adán y Eva en Génesis 2:3 no es dependiente de la relación precisa de Adán y Eva con la ciencia moderna. Independientemente de cómo se interpretan todos los detalles y qué armonización con la teoría evolutiva moderna pueda ser requerida, Génesis 2–3 proporciona respuestas a algunas de las preguntas más importantes acerca de nuestra existencia—incluyendo nuestra conciencia del bien y del mal, nuestra sensación de que algo ha ido terriblemente mal con la raza humana y nuestro deseo recurrente de la redención.
En su comentario sobre el libro del Génesis, Derek Kidner hace la siguiente observación:
Los relatos del mundo [de la ciencia y las Escrituras] son tan distintos (y cada uno tan legítimo) como el retrato de un artista y el diagrama de un anatomista, del cual ningún cuadro compuesto será satisfactorio, para su terreno común solamente están en la realidad total, a la cual ambos asisten. . . . La selectividad audaz de la Escritura, como la de un gran cuadro, es su gran poder.23
Lo que estoy tratando de decir en términos de Kidner, es: No necesitamos averiguar el diagrama del anatomista en todos sus detalles para poder apreciar plenamente el retrato del artista. Lo que sea que muestre el diagrama del anatomista, el retrato del artista suena fuerte en el corazón humano y la conciencia suficientemente dice lo que debe decirse, teológicamente acerca de los orígenes humanos. Su audaz selectividad es su gran fuerza.
El Argumento Cosmológico
Dentro del orden natural existe una gran serie de testimonios de la realidad de Dios. Por tiempo y espacio, consideremos sólo uno de ellos. Es quizás la razón más básica e intuitiva para creer que el universo requiere un creador, y puede ser abordado al hacerse una de las más básicas e importantes preguntas hechas jamás: ¿Por qué hay algo en lugar de nada?
El argumento cosmológico afirma esencialmente esto: “1) Todo lo que existe tiene una causa de su existencia. 2) El universo existe, por lo tanto, 3) el universo tiene una causa de su existencia.”24
La cosmología moderna sostiene que el universo no es eterno ni absoluto. El tiempo y el espacio son relativos y son interdependientes; el universo de espacio–tiempo es finito y contingente. A la luz de la clase de universo en el que parecemos encontrarnos, la pregunta más obvia es simplemente esta: ¿De dónde viene todo? Si no ha estado siempre aquí, ¿cómo llegó a existir?
De acuerdo al estándar cosmológico del Big Bang, el universo se creó de la nada aproximadamente 13 billones de años atrás. Antes de este evento, existía absolutamente nada—ni siquiera un espacio vacío. Es imposible concebir una nada real. Cuando lo intentamos, generalmente pensamos en oscuridad o tinieblas, pero la oscuridad y las tinieblas son cada una, algo—lo contrario a la luz y el color y la blancura.
Suponer que el Big Bang simplemente hizo “Bang” y arbitrariamente logró que el universo existiera de la nada, irónicamente, es un gran salto de fe. Va en contra de cualquier intuición natural que tenemos—las mismas intuiciones que impulsan a la empresa científica. Debe haber algo “detrás” del universo, por así decirlo. Debe haber una causa.
En un notable debate en el 2009 con William Lane Craig en la Universidad de Biola, Christopher Hitchens respondió al argumento cosmológico de Craig (la versión de Kalam)25 con la respuesta estándar: Si todo requiere de una causa, ¿que causó a Dios? ¿Quién diseñó al diseñador? Pero esto pierde el enfoque. El argumento cosmológico no sostiene que todo necesita una causa. Dice que todo lo que comienza a existir tiene una causa. Toda realidad finita y contingente necesita una causa. Dios, por definición, es un tipo diferente de la realidad—necesario, eterno y sin causa. Uno por supuesto puede negar que existe tal realidad, pero después la cosa que se niega se entiende que es el Causante sin causa, el motor sin movimiento. Preguntar que lo causó a él es un error de categoría; es como preguntar, “¿Qué tan larga es la eternidad?” o “¿Qué tan grande es el infinito?” El punto principal del argumento cosmológico es demostrar la necesidad de una causa sin causa—algo fuera del sistema.
Es menos evidente que el argumento cosmológico te lleve a un Creador personal. Pero sugiere que existe algún tipo de causa, y sin duda abre la puerta a la posibilidad de que esta causa sea un Dios personal. Después de todo, yo diría que sería sorprendente si la causa del universo fuera menos personal, hermosa e inteligente, puesto que el universo contiene personas, belleza e inteligencia. Generalmente el efecto no es mayor que la causa.
El Dios de Einstein
Una de las perspectivas más interesantes y abiertas en la intersección de la ciencia y la fe fue la de Albert Einstein. En la célebre biografía de 2007 de Einstein, Walter Isaacson dedica un capítulo a las opiniones religiosas de Einstein, tituladas “El Dios de Einstein.”
Einstein podría ser un llamado una especie de deísta místico. Permítame explicar lo que quiero decir con esto. Einstein fue un deísta; él creía en un “Dios” impersonal que estructuraba el universo pero no intervenía en él o tenía interés en los seres humanos. Por ejemplo, una vez dijo, “Creo en el Dios de Spinoza, que se revela en la armonía legal de todo lo que existe, pero no en un Dios, que se refiere a sí mismo con el destino y las obras de la humanidad.”26 Sin embargo, sus creencias también eran místicas; con frecuencia recaía en lenguaje personal cuando se hablaba de Dios y su sentido de reverencia ante la inmensidad de “Dios” parecía confinar con el sentimiento religioso. Einstein dijo que varias cosas que revelan esto. Por nombrar sólo algunos:
- “Un espíritu se hace manifiesto en las leyes del Universo—uno que es enormemente superior al espíritu del hombre y ante el cual, nosotros con nuestros poderes debemos sentirnos humildes.”27
- “Los seres humanos, vegetales o polvo cósmico, todos bailamos a una melodía misteriosa, entonada en la distancia por un gaitero invisible.”28
- “Trata de penetrar con nuestros medios limitados los secretos de la naturaleza y encontrarás que, detrás de todas las concatenaciones perceptibles, queda algo sutil, intangible e inexplicable.”29
Cualquier etiqueta que le damos al punto de vista de Einstein, es claro que no tiene nada de la mentalidad de “la ciencia ha refutado a Dios” tan común entre los científicos contemporáneos. Mientras que ciertamente rechazaba la idea de un Dios personal como esta fuerza ulterior, no lo hacía por motivos científicos.
En una entrevista con George Viereck justo antes del cumpleaños número 50 de Einstein, Einstein respondió a dos importantes preguntas muy directamente:
Viereck: ¿Acepta usted la existencia histórica de Jesús?
Einstein: ¡Sin lugar a dudas! Nadie puede leer los evangelios sin sentir la presencia real de Jesús. Su personalidad palpita en cada palabra. Ningún mito está lleno de tal vida.
Viereck: ¿Cree usted en Dios?
Einstein: “No soy ateo. El problema ahí involucrado es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. Estamos en la misma situación que un niñito que entra en una biblioteca repleta de libros en muchas lenguas. El niño sabe que alguien debió haber escrito esos libros. Él no sabe de qué manera ni comprende los idiomas en que fueron escritos. El niño tiene una fuerte sospecha de que hay un orden misterioso en la organización de los libros, pero no sabe cuál es. Esa, me parece a mí, es la actitud del ser humano, aún del más inteligente, en relación a Dios.”30
La Sabiduría entró en el Mundo
El punto de vista cristiano encuentra mucho que afirmar en la perspectiva de Einstein. La metáfora de un niño en una vasta biblioteca es sin duda apropiada para nuestra relación con Dios, dada nuestra pequeñez y fragilidad en comparación con la realidad. Pero la Biblia afirma que hay más que decir sobre el tema. Para considerar la metáfora, la Biblia afirma que el bibliotecario apareció, se acercó al niño y se ofreció a explicar el significado de los libros.
Según la Biblia, lo que se susurra e insinúa en las estrellas arriba se proclamó en la vida de Jesús de Nazaret. “A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer.”31 El mensaje central de la Biblia es que el Dios que hizo todo se convirtió en una parte de su creación en la persona de Cristo. En Cristo, él se revela a sí mismo y al mundo—y, además, reconciliando al mundo consigo mismo. Hay un bibliotecario amigable paseando por la biblioteca.
Supongamos por un momento, a