Jesús aborrecía la religión, ¿correcto? Entonces, ¿por qué existe el cristianismo? ¿Acaso no leen la Biblia?
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Mientras esperaba que mi avión despegara, hice algo que rara vez hago: Inicié una conversación con mi compañero de asiento. Cubrimos los conceptos básicos—familia, ciudad natal, destinos finales—bastante rápido, pero cuando empecé a hablar sobre mi trabajo, realmente se abrió conmigo.
Trabajo para una organización sin fines de lucro que colabora con iglesias locales en algunos de los países más pobres del mundo. Una de las cosas que hacemos es dar a los niños la oportunidad de aprender acerca de Jesús en un entorno seguro. Hablarle a la gente de mi trabajo generalmente provoca una de dos reacciones. O me dicen que
“es... bueno,” y tratan de salir de la conversación lo más rápido posible, o empiezan a hablar sobre sus propias ideas y experiencias con la espiritualidad y la fe.
Este hombre, sin duda, tuvo la segunda reacción. Empezó a contarme todo acerca de su vida y su familia. Me compartió que él y su esposa realmente querían que su hija creyera en algo, aunque ellos mismos no tenían una creencia religiosa en particular.
Tan extraño como esto pueda parecer, mi compañero de asiento no está solo. De hecho, una encuesta reciente de Gallup muestra que aunque casi tres cuartas partes de los encuestados creen que la religión como un todo está perdiendo influencia en América, ese mismo número cree que América estaría mejor si fuera más religiosa.1 Mientras tanto, la “Generación Y” (que también es conocida como Generación del Milenio o Millennials)—la generación conectada en todo el mundo de adultos jóvenes ahora están tomando el centro del escenario—ha demostrado que casi no tienen interés en la religión en absoluto. La encuentran divisible e innecesaria, si es que piensan en ella en absoluto. Como lo dijo una milenaria, “La religión realmente está muy abajo en mi lista de prioridades.”2
¿Qué nos dice esto? Por lo menos, nos dice que hay una gran confusión sobre la idea de la religión y si esto es bueno o es malo. Y esta confusión no está limitada a aquellos que se consideran no religiosos.
Verás, en círculos cristianos de Norte América se ha puesto en boga menospreciar a la religión. Publicamos libros sobre el “fin” de la religión; escribimos blogs acerca de por qué el cristianismo es superior a la “religión.” Incluso publicamos en YouTube videos de gran éxito sobre por qué está bien aborrecer la religión…mientras ames a Jesús.3
Mientras algunas críticas contemporáneas de la religión tienen sus propias fortalezas y debilidades, hay un hecho que parece ser pasado por alto por muchos: La validez de las críticas realmente depende de lo que quieres decir con “religión.” La manera en la que entendemos lo que sea sobre religión está totalmente supeditada a lo que queremos decir cuando usamos esa palabra.
Religión en la Biblia
Millones de personas alrededor del mundo consideran la Biblia como una guía autorizada sobre cómo vivir una vida piadosa y justa. Pero entonces, ¿cómo entiende la Biblia la “religión”? ¿Qué es lo que dice?
La respuesta no es tan concreta como nos gustaría pensar. La Biblia en sí misma no es totalmente positiva o totalmente negativa respecto a la religión. Después de todo, en el nivel más básico, una religión es un conjunto de creencias o principios, personales o institucionales profundamente sostenidos. No hay nada de malo con eso en y de sí misma. De hecho, es por esta definición que cada ser humano en la tierra es profundamente religioso.
Pero la cuestión no es si hemos celebrado profundamente las creencias y prácticas—la cuestión es que esas creencias son devotas. Para entender mejor esto, volvamos al libro de Romanos en la Biblia.
Un poco de contexto: El apóstol Pablo abre esta carta compartiendo cómo constantemente da gracias a Dios de que el evangelio está obrando en las vidas de los cristianos en Roma. Quiere ir a visitarlos y fortalecer su fe; de hecho, dice que tiene un gran anhelo de ir a predicarles el evangelio también a ellos.4 No está avergonzado del evangelio, les dice, porque “es poder de Dios para la salvación de todos los que creen.”5
Es evidente que Pablo se siente apasionado por el evangelio, lo que le lleva a escribir el tratado teológico más exhaustivo sobre la obra de Cristo encontrado en cualquier parte de la Biblia. Y comienza con las malas noticias sobre la humanidad:
Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad. Me explico: lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa. A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón. Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de las aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles. Por eso Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones, que conducen a la impureza sexual, de modo que degradaron sus cuerpos los unos con los otros. Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a los seres creados antes que al Creador, quien es bendito por siempre. Amén.6
En estos versículos, Pablo nos da una idea de la base de la religión. Y lo que él dice es esto: En todo el mundo, fundamentalmente hay solamente dos clases de religiones—la verdadera y la falsa. Una ama a Dios y la otra lo aborrece. Vamos a desglosarlo un poco.
Todas las personas—ya sea que reconozcan o no a Dios—saben que hay un Dios, dice Pablo. ¿Cómo? Porque él se ha revelado en su creación, en “lo que él creó.”7 Si Dios se ha revelado en la creación—si realmente puede ser conocido a través de la belleza y complejidad de la tierra—entonces, de acuerdo con Pablo, debe dársele todo el crédito. Cuando somos testigos del terrible poder y la gran belleza de una tormenta, cuando nos paramos al pie de una montaña y vemos a través del valle desde lo alto de esa misma montaña, cuando por primera vez sentimos un pequeño apretón de la mano de un bebé recién nacido en nuestro dedo…estas experiencias deben hacernos parar y dar gracias al Dios que las hizo posible.
Y sin embargo sabemos que esto no siempre es el caso.
Adorando Ídolos
El problema, dice Pablo, es que en lugar de honrar a Dios y darle gracias a él, la gente comenzó a adorar “imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de las aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles.”8 Observaron todas las cosas maravillosas de la creación y dijeron, “Zeus lo hizo,” “Baal lo hizo,” o (como en ocasiones ocurre hoy) “simplemente surgió,” en lugar de dar crédito donde el crédito es debido. Eso, fundamentalmente, es el problema con la religión que describe la Biblia. En lugar de reconocer a Dios, muchas personas recurren a explicaciones alternativas. Intercambian la verdad acerca de Dios por una mentira.
Este tipo de religión es aborrecida en la Biblia. Se llama idolatría, algo que repetida y enfáticamente se nos advierte a lo largo de las páginas de las Escrituras.
Los Diez Mandamientos comienzan con una advertencia de Dios contra la idolatría: “Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo. No tengas otros dioses además de mí. No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores.”9
Cuando los israelitas cambiaron de adorar al verdadero Dios para perseguir a los falsos como Baal, Dios le ordenó a Elías que emitiera un desafío a los falsos profetas de Baal: Ambos ofrecerían un sacrificio a la deidad; el Dios que envió fuego del cielo se mostraría como el Dios verdadero. Si Baal respondía con fuego, entonces el pueblo debía adorar a Baal. Si el Señor respondía con fuego, entonces debían adorar al Señor.
Los profetas de Baal tomaron el buey que les dieron y lo prepararon, e invocaron el nombre de su dios desde la mañana hasta el mediodía. "¡Baal, respóndenos!", gritaban, mientras daban brincos alrededor del altar que habían hecho. Pero no se escuchó nada, pues nadie respondió. Al mediodía Elías comenzó a burlarse de ellos: “¡Griten más fuerte!”, les decía. “Seguro que es un dios, pero tal vez esté meditando, o esté ocupado o de viaje. ¡A lo mejor se ha quedado dormido y hay que despertarlo!” Comenzaron entonces a gritar más fuerte y, como era su costumbre, se cortaron con cuchillos y dagas hasta quedar bañados en sangre. Pasó el mediodía, y siguieron con su espantosa algarabía hasta la hora del sacrificio vespertino. Pero no se escuchó nada, pues nadie respondió ni prestó atención.10
Aunque los profetas de Baal continuaron “delirando” y aclamando fuertemente e incluso se cortaron a sí mismos, su dios no respondió. Su religión era en vano. Inútil.
Pero la historia continúa:
Entonces Elías le dijo a todo el pueblo: “¡Acérquense!” Así lo hicieron. Como el altar del Señor estaba en ruinas, Elías lo reparó. Luego recogió doce piedras, una por cada tribu descendiente de Jacob, a quien el Señor le había puesto por nombre Israel. Con las piedras construyó un altar en honor del Señor, y alrededor cavó una zanja en la que cabían quince litros de cereal. Colocó la leña, descuartizó el buey, puso los pedazos sobre la leña y dijo: “Llenen de agua cuatro cántaros, y vacíenlos sobre el holocausto y la leña.” Luego dijo: “Vuelvan a hacerlo.” Y así lo hicieron. “¡Háganlo una vez más!”, les ordenó. Y por tercera vez vaciaron los cántaros. El agua corría alrededor del altar hasta llenar la zanja. A la hora del sacrificio vespertino, el profeta Elías dio un paso adelante y oró así: “Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que todos sepan hoy que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo y he hecho todo esto en obediencia a tu palabra. ¡Respóndeme, Señor, respóndeme, para que esta gente reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que estás convirtiendo a ti su corazón!” En ese momento cayó el fuego del Señor y quemó el holocausto, la leña, las piedras y el suelo, y hasta lamió el agua de la zanja. Cuando todo el pueblo vio esto, se postró y exclamó: “¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!”11
Al leer la Biblia, te darás cuenta de que su lenguaje más duro y sarcasmo más mordaz se dirigen a la religión falsa. La búsqueda de la religión falsa se describe como la prostitución; como prostituirse por algunos ídolos.12 Incluso Dios hizo que uno de sus profetas, Oseas, se casara con una prostituta, Gomer, para que sirviera como una ilustración viviente de cómo Dios vio su propia relación con su pueblo: Continuaron persiguiendo a otros pretendientes, y su infidelidad espiritual era una abominación.13
Y después están las palabras de Isaías:
El herrero toma una herramienta, y con ella trabaja sobre las brasas; con martillo modela un ídolo, con la fuerza de su brazo lo forja. Siente hambre, y pierde no bebe agua, y desfallece. El carpintero mide con un cordel, hace un boceto con un estilete, lo trabaja con el escoplo y lo traza con el compás. Le da forma humana; le imprime la belleza de un ser humano, para que habite en un santuario. Derriba los cedros, y escoge un ciprés o un roble, y lo deja crecer entre los árboles del bosque; o planta un pino, que la lluvia hace crecer. Al hombre le sirve de combustible, y toma una parte para calentarse; enciende un fuego y hornea pan. Pero también labra un dios y lo adora; hace un ídolo y se postra ante él. La mitad de la madera la quema en el fuego, sobre esa mitad prepara su comida; asa la carne y se sacia. También se calienta y dice: “Ah! Ya voy entrando en calor, mientras contemplo las llamas.” Con el resto hace un dios, su ídolo; se postra ante él y lo adora. Y suplicante le dice: “Sálvame, pues tú eres mi dios.”. . . Se alimentan de cenizas, se dejan engañar por su iluso corazón, no pueden salvarse a sí mismos, ni decir: “¡Lo que tengo en mi diestra es una mentira!”14
Jesús y la Religión
¿Y qué pasa con Jesús? ¿Acaso no odiaba la religión? Tal vez has escuchado con cierta frecuencia este punto que ha sido utilizado en las discusiones sobre las enseñanzas de Jesús y el cristianismo. Sin embargo, a pesar de lo que algunos afirman, la Biblia no dice que Jesús aborrece la religión. Nos dice que Dios aborrece la religión falsa.
Aquellos que argumentan que Jesús detestaba completamente la religión muy a menudo señalan la relación entre Jesús y los fariseos, una secta judía que enfatiza el mantenimiento estricto de la Ley Judía. Y ciertamente es fácil ver por qué. Sin duda, Jesús es más duro con los fariseos y más crítico de ellos que con cualquier otro grupo de personas—incluyendo parias sociales extremas como prostitutas, personas poseídas por el demonio y recaudadores de impuestos. De hecho, incluso Jesús llama a los fariseos una variedad de nombres denigrantes; desde hipócritas,15 guías ciegos,16 serpientes17 y hasta camada de víboras.18
Pero dentro de ese primer insulto—hipócritas—reside la clave. Una lectura cuidadosa de las interacciones de Jesús con los fariseos revela que no es la religión la que es el problema; el problema es la hipocresía y sus consecuencias. Echa un vistazo a lo que Jesús tenía que decir sobre este tema:
“Pero no hagan lo que hacen ellos, porque no practican lo que predican. Atan cargas pesadas y las ponen sobre la espalda de los demás, pero ellos mismos no están dispuestos a mover ni un dedo para levantarlas. Todo lo hacen para que la gente los vea. . . Usan filacterias grandes y adornan sus ropas con borlas vistosas; se mueren por el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, y porque la gente los salude en las plazas y los llame ‘Rabí’. ‘¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!’ Dan la décima parte de sus especias: la menta, el anís y el comino. Pero han descuidado los asuntos más importantes de la ley, tales como la justicia, la misericordia y la fidelidad. Debían haber practicado esto sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos! Cuelan el mosquito pero se tragan el camello. . . . ‘¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!’, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre. Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad.”19
Bastante intenso. Casi se puede oír el enojo en la voz de Jesús por lo que se hacía. En el caso de los fariseos, la hipocresía se había llevado a un grado extremo—un grado que deshonró a Dios y engañó a su pueblo. Sencillamente, la ley se había convertido en un ídolo.
Idolatría Contemporánea
No podemos adorar bloques de madera, hierro, oro o plata en la actualidad. Pero la idolatría abunda, no sólo en las diversas religiones del mundo—incluyendo el ateísmo—pero más importante aún, en nuestros corazones. Ninguno de nosotros es realmente no-religioso. Los deseos de nuestros corazones siempre están en busca de algo para servir, ya sea nuestro intelecto, nuestras carreras o nuestras familias. A menudo ponemos nuestra energía y dedicación en la búsqueda de bienes materiales o del éxito terrenal. En su definición más básica, idolatría es honrar o tratar a algo o alguien menos que Dios como Dios. Cuando esto sucede, incluso nuestro enfoque en lo que puede ser algo bueno—nuestro matrimonio, nuestros hijos, incluso nuestra iglesia—puede cruzar la línea de la idolatría. Lo que más nos preocupa es nuestro Dios.
En la cultura occidental nuestro ídolo más grande puede ser la libertad de compromiso. Queremos ser los amos de nuestro propio destino, sin restricciones, libres de todo lo que pueda robarnos nuestra felicidad. Algunas personas retrasan el matrimonio y los hijos, pensando que necesitan quitar del camino primero su “diversión.” Otros—incluyendo muchos cristianos conservadores—sitúan estas mismas cosas en un pedestal, haciendo del matrimonio el bien último y dejando a la gente soltera sintiéndose como ciudadanos de segunda clase.
Ese es el poder de la idolatría. Es un problema del corazón. “Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?”, pregunta el profeta Jeremías.20 Al final, nuestros falsos y engañados corazones nos llevarán por el mal camino; no podremos salvarnos.21
Afortunadamente, hay más que decir acerca de la religión de lo que hay de malo con ella. Por más que la Biblia condene la adoración falsa, también elogia la verdadera religión. Y en esto podemos encontrar muchas esperanzas.
Verdadera Religión
La verdadera religión puede resumirse en las palabras sabias y escuetas de Miqueas: “Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios.”22 El libro de Santiago añade a esto con el único pasaje en el que realmente ocurre la palabra “religión”: “La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: Atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo.”23
La verdadera religión ocurre cuando el evangelio se arraiga en el corazón de una persona. Cuando eso sucede, deseos cambian. En lugar de intentar encontrar satisfacción en dioses que no responden y en cosas de este mundo, los creyentes encuentran satisfacción, alegría y paz en relación con Dios—y su promesa de vida eterna. Esta es la esencia de lo que se llama a menudo el mayor mandamiento: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente.”24
Y el amor a Dios nos lleva a amar a los demás. El segundo mandamiento es simplemente “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”25 Este amor tiene muchas maneras de demostrarse en nuestras vidas, de los cuales el menor es cuidar de los pobres y buscar lo que la Biblia llama santidad—prestando atención a la directiva para no estar contaminados por este mundo.
El amor de Dios conduce a acciones tangibles. Quienes aman al Dios único y verdadero comenzarán a verse a sí mismos como menos importantes y pondrán las necesidades de otros antes de las suyas propias. Sacrificarán libremente tiempo, talento, energía y dinero para cuidar de los demás que necesitan ayuda, ya sea espiritual o material. Y lo hacen no porque sienten la necesidad de ganar la aprobación de Dios o pagarle por lo que ha hecho en sus vidas, sino simplemente porque así lo quieren; se sienten obligados por su amor por el Señor.
Esta es la esencia de la verdadera religión.
La búsqueda de la verdadera religión—una vida que se vive por agradecimiento por lo que Dios ha hecho por nosotros al enviar a Jesucristo a vivir perfectamente, a morir por nuestros pecados y a levantarse de la muerte para darnos la promesa de la vida eterna—trae gloria y alabanza a Dios. Una vida que se vive en una relación con Dios es lo que estamos llamados a buscar si ponemos nuestra fe en Jesucristo.