Si Dios es verdaderamente poderoso y nos ama, ¿entonces porque no se deshace del mal de una vez?
No hay que haber vivido mucho para saber que el mal es parte de este mundo. Desde las amenazas nucleares de Corea del Norte, al tornado F5 que castigó a Oklahoma, hasta los incidentes cada vez más numerosos que provoca el cáncer en el mundo, parece haber una oleada de circunstancias malas esperando caer sobre nosotros. Es como jugar una lotería cósmica, solo que en este juego nadie quiere un boleto ganador.
Muchos buscan a Dios en momentos como esos, creyendo que él tiene el poder—y la compasión—para combatir estas fuerzas malignas. Pero esto genera una pregunta urgente: ¿Si Dios es amoroso y todopoderoso, por qué entonces no elimina el mal de una vez?
Caminando en los Zapatos de Dios
Tratar de responder esa pregunta puede ser igual a tratar de ponerse zapatos que sencillamente son demasiado grandes para nosotros. No tenemos ninguna garantía de que Dios entienda las cosas como nosotros. De hecho, si estamos hablando de un Dios creador—un Dios suficientemente sólido para crear todo el universo—¿por qué esperaríamos que sus pensamientos estuvieran a nuestro nivel?
La Biblia, que muchos creen es una revelación parcial del carácter de Dios y un registro de su relación con la humanidad, dice claramente que los caminos de Dios no son como los nuestros: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos', dijo el Señor. ‘Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos’”.1
Los planes de Dios trascienden el tiempo y el espacio. Están tan por encima de nuestro entendimiento limitado que inclusive si hubiese más información que explicara su carácter y persona, probablemente aún así nunca entenderíamos por completo sus acciones, aún así nunca entenderemos la grandeza o el propósito de sus planes.
Los Caminos de Dios
La Biblia habla de esto en muchos pasajes, tal vez el más conocido se encuentra en el libro de Job. Cuando Job cuestiona por qué Dios ha permitido que experimente un dolor y el sufrimiento devastadores, Dios le recuerda a Job su poder y conocimiento divino -que por mucho supera el entendimiento del propio Job en su sufrimiento temporal: “¿Quién es ése que oscurece mis planes con palabras sin conocimiento? (...) ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?” Le pregunta Dios a Job. “Házmelo saber, si tienes inteligencia.”2
En el Nuevo Testamento, Jesús se refiere a este tema en la víspera de su arresto en el Huerto de Getsemaní. Mientras los soldados se acercan para llevarlo prisionero, uno de los discípulos de Jesús ataca a un soldado con una espada. ¿Cuál fue la respuesta de Jesús? Sana al hombre herido y dice: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?”3 Casi puedes sentir el deseo desesperado de Jesús de que sus discípulos pudieran entender qué estaba pasando, casi podems escucharlo decir: “¡Si solo pudieran comprenderlo! ¡A la larga, esto es por el bien de ustedes mismos!”
Momentos antes, mientras contemplaba su inminente y horriblemente dolorosa muerte por crucifixión, Jesús reveló a través de la oración su máxima devoción a su padre celestial, inclusive cuando la voluntad de su padre incluía un sufrimiento inevitable y extremo para Jesús. El temor y el impulso humano natural de Jesús de evitar el dolor no anuló su fe: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como tú,”4 oró.
Sin embargo sólo saber que los caminos de Dios no son los nuestros parece simplificar en exceso por qué se permite la existencia del mal. Para complicar las cosas aún más, está el hecho de que hay situaciones en que Dios se hace presente y se hace cargo. Una cura milagrosa para una enfermedad terminal; un desvío de último minuto de una rutina diaria—generado por un inusual "presentimiento"—que impide que uno se vea envuelto en un accidente de tránsito grave; por último encontrar una puerta abierta en la ardua búsqueda de trabajo por largos meses.
Si una "intromisión" como esa existe, entonces ¿por qué Dios parece sentarse a mirar en todas las otras ocasiones y deja que el mal siga su curso, inclusive cuando eso significa dolor y sufrimiento para su pueblo?
Un Proceso de Aprendizaje
Tal vez es un proceso de aprendizaje por el cual Dios desea que nosotros pasemos. La Biblia habla de Dios "refinando" y "perfilando" su creación, como un herrero forja metal grueso en una espada afilada o como un escultor forma un hermoso jarrón a partir de un montón de arcilla.
A menudo los tiempos de prueba nos hacen mejores de lo que ya éramos antes—fortalecen nuestro carácter, humillan nuestros egos y demuestran los aspectos positivos de la perseverancia. Salir adelante luego de una tragedia también puede ser una experiencia que enseñe fe y que nos lleve a mirar más allá de nuestra visión estrecha y egocéntrica a una visión más universal y preocupada de los demás—una perspectiva que reconoce nuestra abrumadora dependencia de nuestro creador.
En el libro Extreme Devotion: The Voice of the Martyrs (Devoción Extrema: La Voz De Los Mártires), un cristiano chino que experimentó la persecución resume mejor esta idea: “Donde no hay cruz, no hay corona (...) Si las especias no se refinan para convertirlas en aceite, la fragancia del perfume no puede ser emanada; y si las uvas no son molidas en la batea, no se convertirán en vino.”5
Misericordia
Hay algo más que considerar. Al permitir que el mal sobreviva, Dios demora el juicio sobre aquellos que aún no han encontrado la buena nueva de Jesucristo. Si él eliminara el mal del mundo hoy mismo, habría millones de almas perdidas, y por toda la eternidad. Tal vez a los ojos de Dios, el "mal menor" es permitir que su propia gente siga experimentando este sufrimiento transitorio, mientras que los millones que están perdidos reciben un poco más de tiempo para ser encontrados.
Como dice el apóstol Pedro: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”6