¿A quién le importa si hay un Dios?

¿A quién le importa si hay un Dios?

¿Dios existe? ¿A quién siquiera le interesa?

Los jugadores de fútbol americano apuntan hacia el cielo después de anotar touchdowns o hacer tackleadas grandiosas. Los ganadores del premio Grammy agradecen a Dios por su éxito. Los oficiales de policía usan medallas de San Cristóbal cuando andan en patrulla. Millones de personas acuden en peregrinaciones a iglesias y sinagogas y templos cada fin de semana para orar, meditar y alabar.

¿Constituye esto una conducta rara, inclusive algo pasada de moda para la sociedad moderna? Algunos creen eso. ¿De qué se trata todo este alboroto? Con la ciencia y la tecnología aumentando nuestras expectativas de vida y brindándonos más control sobre lo que alguna vez se consideró “destino”, parece que cada vez importa menos si Dios existe o no.

De hecho, ¿a quién le importa realmente?

Una Necesidad Atemporal

Y sin embargo hay tanto en la sociedad que sigue apuntando hacia esa dirección. En mi propio trabajo como reportero de un diario, tengo contacto con cientos de personas de todos los ámbitos de la vida, de todos los sistemas de creencias, de todos los orígenes socioeconómicos. Innumerables veces he visto verdaderas tragedias—desde incendios a inundaciones y choques automovilísticos fatales — y en la mayoría de estos casos, los sobrevivientes revelan una creencia en Dios.

Parte de esto puede ser simple naturaleza humana. Parece que en lo profundo de nuestro entramado humano hay una necesidad o deseo de que exista un ser superior, un creador que supervisa todo, considera todo y adopta medidas adecuadas para nuestro bien.

Este deseo se remonta a los primeros pueblos que habitaron la tierra. Todas las grandes sociedades — desde los egipcios antiguos a los babilonios y el Imperio Aqueménida a los israelitas bíblicos — fueron estructuradas alrededor de un grupo de creencias religiosas fundamentales. En la mayoría de estos casos, estas creencias penetraron todos los aspectos de la vida corporativa e individual.

Las sociedades actuales no son tan distintas. Aunque los musulmanes operan bajo un grupo de principios distintos a aquellos de los budistas, ambos siguen viviendo de acuerdo con las estructuras y los códigos de un sistema de creencia centralizado. Una búsqueda rápida en Google en cualquier ciudad grande en Estados Unidos muestra una variedad de iglesias de entre las podemos elegir, y eso es sólo en el caso de iglesias cristianas.

La Búsqueda

Con tantas opciones disponibles para nosotros, creo que es seguro decir que la mayoría de las personas están interesadas o tienen algún conocimiento — para decirlo de otra forma, le importa — la existencia de un poder o poderes superiores. De hecho, en la actualidad solo el 7 por ciento aproximadamente de la población mundial se declara atea o agnóstica.1 Mucha gente alrededor del mundo está buscando a Dios, desea vivir algún tipo de relación con él o cree que ya lo ha encontrado.

La búsqueda de la verdad, la fuerza del intelecto y la voluntad, la búsqueda del amor, la lucha incansable por encontrar algún tipo de significado de la vida -estos esfuerzos humanos parecen ser casi inherentes. Cruzan épocas, culturas y geografía.

¿Podrían ser indicadores, en parte, de que la existencia humana nace de una conciencia superior, que es resultado de un diseño divino que supera la casualidad? Incluso la ciencia, con todo lo que ha progresado para explicar el mundo que nos rodea, no tiene todas las respuestas. Las respuestas definitivas y verdaderas a muchas de nuestras preguntas básicas siguen envueltas en la niebla y la incertidumbre: ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es mi propósito?

Entonces, ¿qué?

Entonces, ¿a quién le importa si hay un Dios? Creo que a todos nos importa — en diversos grados — al menos en el sentido de que nos importa lo que eso significaría para nuestras vidas. Porque si Dios sí existe, su presencia y naturaleza bien podrían afectarnos a todos. Desde el más ferviente miembro de una congregación hasta el más persistente hombre de ciencia, todos debemos al menos considerar la existencia de Dios cuando tratamos de responder las grandes preguntas de la vida.

Si no hay un propósito superior, ¿por qué estoy aquí? Si Dios existe, entonces, ¿cuál es su voluntad para mi vida? Si Dios no existe, ¿a quién acudo para orientación? ¿Importa? ¿Acaso Dios piensa que es bueno hacer algunas cosas y malo hacer otras? Si Dios es real y bueno, ¿por qué permite que sucedan cosas malas? Si Dios no es real y no hay nada más allá de este mundo, ¿por qué tanta gente se siente vacía y desesperanzada sin importar lo que logre en la tierra? ¿Qué sucederá cuando yo muera?

Independientemente de que creas o no en Dios, la naturaleza misma de la vida  — las respuestas a las preguntas anteriores y más — son motivo suficiente para que nos importe si hay un Dios allá afuera.